AGENCIAS-REDACCIÓN
WASHINGTON.- “Todavía tengo que prepararme para ver cuánto del barrio puedo quemar y hacer lo que más me gusta, matar gente”, escribió William Spengler, de 62 años, un exconvicto que se suicidó tras asesinar a balazos a dos bomberos en un pueblo situado en el norte del estado de Nueva York (noreste), doce días más tarde de la masacre del pasado 14 de diciembre en una escuela en Newtown, Connecticut, en la que perecieron 20 niños y siete adultos.
Cinco años atrás el surcoreano Cho Seung-Hui, autor de la masacre en la universidad Virginia Tech, que dejó 32 muertos y 27 heridos, había enviado previo al ataque, un video a NBC en el que, entre otras cosas, decía: Han tenido 100 billones de oportunidades y formas para evitar (lo de) hoy. Pero han decidido derramar mi sangre. Nunca han sentido ni una simple onza de pánico en sus vidas”. Al video adjuntó 43 fotos en las que apuntaba con un arma a la cámara y a sí mismo.
Publicidad
En julio pasado con gestos de crueldad James Holmes, de 24 años, preguntó a los guardias que custodiaban su celda: ¿Viste la película? ¿Me puedes contar cómo acaba?”, refiriéndose a Batman: el caballero de la noche asciende, a cuyo estreno en Aurora, Colorado, acudió armado y enmascarado, igual como el villano de la trama, y mató a 12 personas e hirió a 58.
Tanto Spengler como Lanza y los otros autores de las masacres tenían perfiles que los mostraban como seres solitarios, amantes de los videojuegos o personajes de ficción (en el caso de Holmes), cargados de odios y prejuicios, y obsesionados con las armas.
Publicidad
El autor de la muerte de los bomberos al igual que Adam Lanza, el hijo de una maestra a quien mató antes de acudir a la escuela de Newtown a asesinar y luego suicidarse, poseían armas de grueso calibre. Spengler tenía tres diferentes y un arsenal de municiones, según informes de la policía, incluido un rifle 223 Bushmaster, como el que usó Lanza en la escuela de Connecticut, a la que además llevó dos pistolas, todas propiedad de su progenitora.
La masacre en Connecticut, una de las más graves en un centro educativo en la historia de EE.UU., ha atizado el debate sobre la facilidad con que se obtienen las armas en este país, con ventas anuales por $ 3.500 millones, dijo a CNN el analista Rommel Dionisio, de la empresa Wedbush Securities.
Según los registros nacionales, en el país hay cerca de 310 millones de armas de fuego en poder de civiles, es decir, una per cápita, y un ciudadano tiene 20 veces más posibilidades de morir por un disparo que uno en cualquier otro país desarrollado.
Alrededor de 11.000 estadounidenses murieron en homicidios ligados a armas en el 2011, sin incluir suicidios, según datos preliminares de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).
Aunque la excusa para poseer armas es que es parte de la cultura de EE.UU., por seguridad y es un derecho contemplado en la Constitución, los expertos en salud pública del país creen que no se puede atribuir solo a la tenencia de armamento el problema de los tiroteos, sino que ha llegado la hora de verlo como una enfermedad social que está generando mucha violencia con fatales resultados.
El neuropsiquiatra ecuatoriano Pedro Posligua, consultado sobre el tema, considera que podrían ser muchos los factores: el aislamiento progresivo de la realidad, personas inmersas en un universo artificial o virtual a través de la comunicación por celular o por computadoras. La falta de afectos y valores, la afición a los juegos de videos cargados de violencia y con contenido bélico; la idealización de personajes que muestran la TV o el cine.
Según Posligua, las personas que se encuadran en esos aspectos, se crean una especie de inframundo en el que las emociones y los instintos negativos son los que dan forma a la personalidad y construyen en forma negativa una personalidad deficitaria en sentimiento y valores superiores.
En cuanto al uso de las armas y su posible influencia en los ataques perpetrados en el país, indica que estas no son lo que animan a las masacres, sino un medio para ejecutar algún fin.
En tanto, médicos estadounidenses señalaron luego de las últimas masacres que hay mucha apatía en los padres de muchos hogares donde los hijos presentan trastornos personales y que, pese a ello, son inscritos en el sistema educativo normal, lo que pone en riesgo a los maestros y a los estudiantes de un posible ataque.
Sobre la motivación a la violencia en las masacres en EE.UU., que proviene de los videojuegos, se ha despertado inquietud y preocupación en las autoridades de ese país con más interés luego del ataque en Newtown.
En Washington, el senador John Rockefeller pidió la semana pasada un estudio nacional sobre el impacto de los videojuegos violentos en los niños y una revisión del sistema de calificación de edades.
Aunque los investigadores en Connecticut no han dado motivos sobre el tiroteo, algunos medios estadounidenses han informado que Adam Lanza, jugaba en el sótano de su casa al popular videojuego Call of Duty, en el que los jugadores simulan misiones de guerra.
Rockefeller dijo que durante mucho tiempo había estado preocupado sobre el impacto de juegos y videos violentos en los niños. “Las corporaciones importantes, incluida la industria de los videojuegos, ganan miles de millones en marketing y en la venta de contenidos violentos para los niños. Tienen la responsabilidad de proteger a nuestros niños”, dijo en un comunicado.
El último título de la franquicia: Call of Duty de Activision Blizzard, Call of Duty: Black Ops II, alcanzó los $ 1.000 millones en ventas dos semanas después de su lanzamiento, el mes pasado. Entre otros videojuegos populares se incluye el Halo 4 de Microsoft, en el que los jugadores matan aliens malvados. El juego recaudó hasta $ 220 millones en ventas mundiales el día de su lanzamiento en noviembre.
El tema de los constantes tiroteos en EE.UU., cinco en el último mes, además de renovar la posibilidad de endurecer la venta y el control de uso de las armas en el país, ha despertado el interés de decenas de maestros de aprender a disparar para defenderse de posibles ataques en sus centros educativos.
El pasado viernes, en Utah, muchos educadores se abalanzaron a tomar clases de tiro, mientras que un fiscal estatal en Arizona propuso un proyecto de ley para armar a los directores de las escuelas.
Autoridades en todo el país evalúan cómo aumentar la seguridad en las instituciones educativas tras la masacre que perpetró Adam Lanza, hace dos semanas, en una escuela en Newtown.
En tanto, autoridades en todo el país evalúan cómo aumentar la seguridad en las instituciones educativas tras la masacre que perpetró Lanza.
También el fiscal general de Arizona (suroeste), Tom Horne, presentó un proyecto de ley que permitiría al director de cada escuela, o a otro empleado designado, portar armas en la institución tras recibir entrenamiento de parte de la policía de cada localidad.
De estar armado el maestro, “no solamente podría enfrentarse al atacante, sino además los chicos malos sabrán que los profesores de Utah están armados, lo cual es un gran disuasivo”, dijo Bill Scott, miembro del Consejo de Tiro Deportivo de Utah (USSC).
Una salida que podría generar más violencia en el país, porque, según psicólogos estadounidenses, alentaría el armarse a los chicos y padres, y generaría desconfianza hacia los demás.