Sandra Ochoa
CUENCA.- Cuando los integrantes de La Familia están fuera de la sala de ensayos en su pequeña casa de ladrillo, con toques rústicos por las vigas de madera que aparecen en el tumbado, es porque están dedicados a cualquier otra actividad musical, o simplemente compartiendo su día. Este grupo, que ahora se denomina La Familia, empezó hace 30 años como el dúo Mónica y Diego, que luego se convirtió en el trío Mónica y sus dos Diegos. Ahora tiene a otros dos integrantes: Érika (segunda hija) y Andrés Pineda (esposo de esta), y en poco tiempo más contarán con una quinta integrante: Amelia (nieta), que a sus 2 años corea todo lo que cantan.

Cuando el abuelo Diego Zamora termina sus actividades como docente de un colegio de la ciudad se convierte en niñera. “Prefiero estar con Amelia a cualquier otra cosa”, dice y esta expresión, en realidad, es de toda la familia, pues la niña les acompaña a todas partes.

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Mientras Mónica Mendieta, la mamá de La Familia, retorna de su trabajo en la Función Judicial, sus hijos: Diego Javier y Érika complementan sus estudios musicales y a su vez dirigen las agrupaciones corales de la Universidad de Cuenca.

En la pequeña, pero cálida sala de su casa de La Familia, un árbol de Navidad con bombillos de cholas cuencanas, maracas y sombreros de paja toquilla denotan el amor de sus miembros por el folclor y su arraigo a la tierra natal. Por eso resulta fácil entender que tras 30 años de interpretar, investigar y crear música esta siga la línea inicial: “latinoamericana y nacional como sanjuanitos, yaravíes, valses, cuecas y boleros, géneros que constan en la producción.

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Los cinco integrantes cumplen su parte. La flexibilidad de sus educadas voces y la disponibilidad para tocar cualquier instrumentos musicales permite a este grupo realizar diversas propuestas, con interpretaciones de solistas y dúos mixtos.

Sin falsas modestias Diego considera esto como una ventaja musical y con orgullo destaca poder contar con sus hijos, quienes, pudiendo incursionar en otros géneros, prefieren la música latinoamericana.

“Aprecio todos los géneros musicales, pero amo mi tierra y todo lo que hay en ella y por eso cantar nuestra realidad es una forma de romper parte de esa idiosincrasia que nos hace valorar lo de fuera”, dice Diego Javier, barítono bajo de 27 años.

Érika, su hermana, quien es 6 años menor, asegura que todos los géneros musicales son dignos de aprecio. “Incluso bailo reggaetón, pero cuando escucho el mensaje me decepciono porque personalmente no podría expresar mensajes obscenos, ya que la música es comunicación”.

La actividad artística de La Familia se inicia cuando en 1983, siendo compañeros universitarios, Mónica Mendieta y Diego Zamora deciden participar en un festival de la canción. Dos años después unen sus vidas, pero mantienen latente su amor por la música y a la interpretación del folclore.

El primero en nacer fue Diego Javier, quien con apenas 12 años fue incorporado al grupo. Casi lo mismo ocurrió con Érika, que con menos edad, incluso, se incorporó al grupo y con ellos La Familia tomó mayor fuerza y forma.

En La Familia todos tienen una participación destacada. Diego Javier, dicen sus integrantes, heredó la voz grave de su padre, la cual cultivó y formó a nivel académico, convirtiéndose entonces en un cantante barítono. El año pasado él fue uno de los 13 mil cantantes líricos que participó en Australia en un festival del género.

En la cita, denominada Salzburg Voice Festival, ganó el primer premio, según comenta.

Agrega que el reconocimiento consistió en una beca para estudiar un año en Viena. Esta no contemplaba los gastos de estadía, sin embargo, La Familia se ha propuesto solventar esa estancia a fin de que Diego Javier pueda acceder a esa preparación.

Composiciones
Como parte de su trigésimo aniversario, el grupo presenta hoy, a las 20:00, con un concierto en el Teatro Sucre, un disco compuesto por música latinoamericana y nacional.

En sus inicios La Familia grabó tres producciones en casetes: Latinoamérica en nuestro canto, en 1988; El camino de la vida, en 1995; y Folcloreando, en 1996. Un cuarto material se titula Canto Consentido