No necesitan tijeras. Las uñas largas de los dedos pulgares parecen estar afiladas. Listas para rajar, casi con precisión, la hoja de paja toquilla y transformarla en hilos. El verdor de la planta que crece en las montañas ha desaparecido. Ahora son hebras largas de color marfil que tomarán forma en las manos de los tejedores de Pile, una de las comunas asentadas a 31 kilómetros de Montecristi, en Manabí, conocida en el exterior por la finura de sus sombreros.