Rosa Wila llegó desde su Esmeraldas natal con su atuendo de colores, turbante incluido y joyas que complementan su vestuario. Vino con toda la sabiduría y el conocimiento que heredó de sus mayores. Con lo que aprendió de los ancestros, de los vecinos, en su infancia y juventud. Con ese bagaje cultural que ahora ella comparte en los escenarios del mundo, junto con Papá Roncón –otro emblema de la cultura afroecuatoriana–, aunque en el Ecuador, su país, pocos quizá la conozcan.
Estuvo la noche del pasado miércoles en la sala Zaruma del Teatro Sánchez Aguilar, donde, acompañada por Javier Castro, un músico afrodescendiente, y de Paola Luzuriaga, cantó arrullos, chigualos y alabaos, y antes de cada interpretación, en diálogo con la cuentera Ángela Arboleda, contó en qué consistían esas tradiciones afro. Así explicó, por ejemplo, que el chigualo se lo dice cuando un niño muere. Es alegre. Toda la noche se despide al angelito con cantos, dijo. Los alabaos, en cambio, son tristes. “Esos sí hacen llorar”, explicó. Están dedicados a las personas adultas que fallecen. Y los arrullos son cánticos religiosos.
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Contó, asimismo, anécdotas que ella había vivido cuando joven o en su infancia, o ahora en la adultez. Rio al recordar esos pasajes y contagió alegría con su expresión.
Arboleda, con solvencia y de manera sencilla, hizo que Wila se sintiera cómoda, en confianza, para que diera rienda suelta a su palabra, a sus recuerdos y a esa voz potente que la caracteriza. Y la gente del público disfrutó de las interpretaciones de esta mujer de 77 años, que hoy, a las 13:00, estará como invitada a una jornada musical interactiva en el ITAE. Entrada libre.