La intención de Ernesto Felipe Mendoza Polanco, de 19 años, y de su hermano de crianza Marco Antonio Macay Córdoba, de 12, no era bañarse en el llamado canal de la muerte de la cooperativa Sergio Toral, en el suroeste de Guayaquil, sino solamente cruzar de una orilla hacia otra para jugar índor fútbol con un grupo de amigos.

El hermano de ambos, Héctor Mendoza, relató que a las 14:00 del pasado domingo le comunicaron que sus consanguíneos habían sufrido un accidente en el mencionado sector. “Pero no creía lo que me habían dicho: que mis hermanos se habían ahogado”, comentó.

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Cuando avanzaba al lugar para confirmar lo sucedido se encontró con su padre y otros familiares, quienes ya habían sido alertados de la tragedia por otro hermano de 11 años, quien acompañaba a las víctimas.

Héctor Mendoza contó, basado en el relato del menor, que Ernesto iba a ayudarlos a cruzar el canal subidos en su espalda. “Pero a lo que llevaba a mi hermano (Marco) parece que le dio un calambre y no pudo seguir y mi hermano se le cayó, se le resbaló de la espalda...”.

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Indicó que Ernesto trató de evitar que el menor pereciera y se sumergió. “Por desesperación de cogerlo se ha metido al fondo y creo que se ha golpeado con algo en la cabeza”.

Rebeca Polanco, una tía de las víctimas, contó que el menor que acompañaba a los ahora occisos observó cómo ambos se ahogaban abrazados y que él solo atinó a salir corriendo del sitio para pedir auxilio.

“Él estaba esperando que lo cruce a mi otro hermano, para luego pasar él, pero como vio que se ahogaron los dos abrazados salió a avisarle a mi papá”, sostuvo Héctor Mendoza.

Luego de cincuenta minutos fue encontrado Ernesto Mendoza y llevado de urgencia en una moto policial hasta una casa salud “porque decían que aún estaba con vida, pero luego dijeron que se había muerto”, recordó Mendoza.

Para recuperar el cadáver de Marco Macay tuvieron que vaciar el canal. “Sacaron al niño como a las ocho de la noche”, dijo Rebeca Polanco.

Los cuerpos fueron velados hasta el mediodía de ayer en la Sergio Toral y luego los llevaron hasta la 33 y Letamendi, en el suroeste de la urbe.