La intención de Ernesto Felipe Mendoza Polanco, de 19 años, y de su hermano de crianza Marco Antonio Macay Córdoba, de 12, no era bañarse en el llamado canal de la muerte de la cooperativa Sergio Toral, en el suroeste de Guayaquil, sino solamente cruzar de una orilla hacia otra para jugar índor fútbol con un grupo de amigos.