CARLOS ICAZA ESTRADA
carlos_icaza_estrada@hotmail.com.- El Cuarteto Tempo, liderado por Olga Khudobliak, violinista de origen ucraniano e integrante de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil –con la cual recientemente tocó como solista– se presentó por primera vez en el Club de la Unión en un concierto organizado por la Sociedad Fondo Jóvenes Talentos. El ensamble incluye a Octavio Hidalgo en el cello, Zorik Bazinyan (quien tocó con Khudobliak en el concierto de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil) en la viola y Álex Rodríguez de segundo violín.

El programa abrió con música francesa: un arreglo de la Arabesque No. 1 de Debussy, y dos movimientos del Cuarteto en fa mayor de Ravel. El carácter impresionista, con énfasis en el desarrollo de una atmósfera de sentimientos y sensaciones antes que de un tema, fue bien expresado. Esta atmósfera regresó con la interpretación del tercer movimiento (solo se interpretó este y el primero) del segundo cuarteto del ruso Aleksander Borodin (1883-1887) después del intermedio, que contrastó con el primer movimiento del mismo, cuyo estilo y estructura era aquel del romanticismo temprano.

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La primera parte del programa cerró con la Passacaglia para violín y viola sobre un tema de Haendel de Johan Halvorsen (1864-1935). Esta pieza fue el encore con que Khudobliak y Bazinyan concluyeron su presentación con la Orquesta Sinfónica de Guayaquil en el Centro Cívico a principios de octubre, y al igual que entonces el público agradeció con un extenso y fuerte aplauso. En la mitad de esta pieza, que debió durar cerca de 10 minutos, hay una parte a tempo lento que le da un poco la estructura de un concierto clásico; la conclusión, en que los dos instrumentos entran en una conversación con frases articuladas en su totalidad con rapidísimos estacatos, fue interpretada con impresionante virtuosismo por los dos solistas.

Después de los dos movimientos del cuarteto de Borodin siguieron las Nueve Piezas armenias del compositor armenio Sergei Aslamazyan (1897-1978), cuya estructura se establece desde el principio, abriendo con una danza, que es seguida por una pieza introspectiva, a tempo lento; este esquema se repite en el resto de la obra. Aunque las segundas eran de gran belleza y original lirismo, con frases que recuerdan la música del Medio Oriente (difícil de olvidar los revoloteantes trémolos en la viola y el primer violín en la quinta pieza), las danzas tendían a repetir el mismo tema con pocas variaciones, por lo que terminaron sonando algo repetitivas. El paso del tiempo comenzó a sentirse, y entre la audiencia algunos comenzaron a conversar en susurros. Aunque la danza que cierra la obra animó al público con sus fortísimos y el ímpetu de su rápido tempo, quedó claro que a esta obra le faltó la concisión de otra compilación bien conocida, Las Danzas Folklóricas Rumanas de Béla Bartók (1881-1945).

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El programa cerró con una estupenda interpretación de la Fuga y Misterio de Piazzolla. En esta corta pieza el cuarteto manejó sin dificultad la compleja tarea de desarrollar individual y simultáneamente temas parecidos. Sobresalió Bazinyan al tocar frases llenas de un fatalismo típico del tango, pero al que Piazzolla añadió un sentimiento lleno de ironía. El ensamble agradeció el fuerte y bien merecido aplauso que recibió tocando un arreglo del tango Por una cabeza con un espíritu y sonido digno de los mejores ensambles internacionales.