JORGE MARTILLO MONSERRATE
jotamartillo@yahoo.es.- El blues y el rock suenan en su sangre. Lucas tenía 10 años y recién estaba aprendiendo a tocar guitarra. Cuando su padre, Héctor Napolitano, le regaló su primera guitarra eléctrica: una Fender Squier Stratocaster, diciéndole: “Toma, para que toques como Hendrix”.

Lo recuerda Lucas Napolitano Pérez que hace 18 años, nació en Santa Cruz, Galápagos. Su infancia fue en esa isla donde no tan solo estuvo rodeado por el mar, sino por la bohemia y la música. Allá el Viejo Napo grabó discos como Son de Galápagos y El Refrito.

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En el 2002, Napolitano regresa a Guayaquil y con él Lucas, quien después de un par de años se fue a vivir a Quito con su madre, María Pérez, bailarina y coreógrafa. Siempre Lucas vivió rodeado de artistas y músicos. Siempre con el blues, el rock y el jazz sonando.

La música de Jimmi Hendrix, B.B. King, Rolling Stones, Miles Davies reinando. Yendo y viniendo como olas que marcan por siempre. Durante unas vacaciones en Galápagos, en el 2004, Lucas aprendió a tocar guitarra, su primer maestro fue Matías Espinosa, buzo conservacionista y músico.

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Al regresar a Guayaquil, Napo le regaló aquella primera guitarra, modelo famoso porque era el preferido del mítico Jimmi Hendrix. Y fue enseñándole a tocar blues, a improvisar.

Aunque un año atrás, había tomado clases de piano “pero no me sedujo”, afirma Lucas.

En cambio, ensayando blues: “Le fui cogiendo amor y cariño a la guitarra. Llegaba a mi casa y era lo primero que agarraba. Era mi juguete. Me acordaba que de más pequeño cuando escuchaba a Eric Clapton o a B.B. King, oía cómo sonaban esas guitarras. Ese sonido me hacía sentir bien, me llenaba y pensaba: Algún día yo quiero tocar así la guitarra. Esas fueron mis influencias. Y además, qué más influencia que la de mi viejo, esa es la más directa que tengo”, evoca con el sol del mediodía casi derritiendo los cañones de La Planchada del barrio Las Peñas.

Lucas era tan solo un niño cuando debutó. Su primer concierto fue a sus 12 años con la banda Iguanamen en el Centro Ecuatoriano Norteamericano. Esa noche, además de Napo, lo acompañaban Jeff Gringo Frazier; el desaparecido Gringo Juan –John Vokes–; el Jefe Vergara, Gustavo Miño, etc.

“Tocando blues es como me inicié en la carrera musical”, afirma. Durante tres años reside en Salinas, donde a más de surfear y vacilar con sus panas, tocaba en La Casa de Roy, acompañando a la banda de La Totah –William Solórzano, cantante y guitarrista–.

Era una época de decisiones. Comenta que como buen galapagueño y amante del mar lo atraía la biología marina o ser capitán de barco o algo relacionado con el mar. Pero en el 2009 cuando retornó a Guayaquil, su madre, que es bailarina académica, lo indujo a estudiar jazz en el conservatorio Rimsky Korsakov. Sus profesores eran el contrabajista Fernando Alvarado, la guitarrista y cantante Jenny Villafuerte.

Estudió armonía contemporánea, apreciación del jazz, teoría, solfeo, etcétera. Hizo cuatro semestres hasta a la muerte del director Reinaldo Cañizares, el conservatorio cerró. “Estudiar me hizo mejorar bastante, me dediqué de lleno a mi instrumento, a conocerlo, a investigar. A escuchar música. Aprender a tocar jazz te abre la mente, todo cambia desde un punto de vista más técnico”, reflexiona.

Aunque la gente lo considera un músico de la calle “y yo también porque aprendí tocando en bares, viendo y aprendiendo de los músicos: lo que hacía mi papá o la Totah con la guitarra”. Este 2012 ha sido decisivo. Lucas hasta inicios de este año integró Guayabera Blues Band. Empezó a estudiar en la Escuela del Pasillo del Museo de la Música Popular Julio Jaramillo, cuya enseñanza combina como requintista del Trío Fulminante junto a Israel Maldonado, voz, y Stalin Parker, guitarra. Trío con el que actualmente graba un disco de música nacional.

“¿Tú has visto que alguien toque estribillo con guitarra eléctrica? –pregunta–. Yo lo hago y le meto blues, recién hace cinco meses vengo estudiando pasillo, pero lo toco a mi manera”.

Está feliz de estudiar pasillo y tener como profesor al requintista Naldo Campo. “Aprovecho mucho sus clases. Es un gran guitarrista. Es excepcional. Para mí Naldo Campo es como un rockstar del pasillo. Toca requinto, canta, compone. Claro que al pasillo yo poco a poco le estoy cogiendo el gusto”.

Es que Lucas siempre ha estado enchufado con el blues. Hace cinco meses, con sus ex compañeros del Rimsky Korsakov, formó su banda Bluediva, integrada por Juan Carlos Coronel, cantante; Luis Alberto Illescas, bajo; Lizbeth Bararaco, piano, y Lucas, guitarra, voz y dirección. Ellos todos los jueves –de 21:00 a 24:00– hacen blues y rock en el bar Diva Nicotina –escalinata 10 del cerro Santa Ana–.

“El blues es lo que yo sé hacer y me gusta –afirma traveseando con su guitarra eléctrica–. He estudiado jazz, pero no es lo mío, en cambio desde muy pequeño he estado metido en el blues”. Interpretan a su manera piezas clásicas, pero también tienen unos pocos temas propios que esperan grabar en un disco. El próximo año, Lucas planea terminar sus estudios de guitarra en el exterior y le gustaría aprender composición y producción musical.

Musicalmente no le gusta encasillarse. “Me defino como una persona que no se define –dice entre bromeando y en serio–. Me considero un músico versátil que quiere crear su estilo propio”.

El sol cae sobre la guitarra eléctrica de sus sueños: una Fender Stratocaster Leb –edición dedicada a Eric Clapton–. La noche de su cumpleaños tocando blues con su banda, llegó Napo en pleno concierto, trepó al escenario y se la entregó. No era la guitarra barata que le dio a sus 10 años. “Yo quería una pero de verdad, americana. Esa noche que cumplí 18 años, mi viejo me regaló mi primera guitarra profesional”. El rock y el blues suenan en su sangre.