Una nueva propuesta artística surge en Guayaquil, de la mano de bailaoras contemporáneas. Es el flamenco fusionado.
A comienzos del siglo XX, el pasodoble fue comúnmente bailado por los guayaquileños. De este ritmo se derivó el pasacalle y los teatros de la ciudad constantemente presentaban zarzuelas. Así detalla Patty Salcedo la influencia que tuvo la cultura española en la música de Guayaquil.
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La danza española se comenzó a enseñar en la década del cincuenta con academias como las de Janet Vivar, Ramón Porta y Miguel Colomer. En la actualidad, las hijas de estas escuelas tienen sus academias de larga trayectoria y las nietas empiezan a difundir este arte con nuevos institutos, revelando el aumento de la cantidad de danzantes de este estilo.
Pero al igual que se expande el conocimiento del arte de las castañuelas, el zapateo y el movimiento de manos, así también evoluciona esta danza en la ciudad.
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Mientras que antes se enseñaba el clásico español, danzas tradicionales de las regiones sureñas de España y las jotas, ahora se incursiona más en el flamenco, que también es una danza muy amplia y con diversidad de géneros, cuenta Ana María Adum, directora de la escuela y del grupo Amagia.
Sin embargo, es muy difícil que un grupo se dedique únicamente a un estilo de baile. “La danza española es muy amplia, hay las regionales, de Castilla, de Aragón; dentro del flamenco están las alegrías, la soleá, el tango”, explica Salcedo.
Pero la novedad, no solo en Guayaquil, sino en varias partes del mundo, es que se fusiona el zapateo y las palmas con música aún más distante, como el rock o la electrónica.
Adum es una insignia de estas mezclas en la ciudad. “Por mi lado está totalmente permitido, porque yo vengo de hacer ballet, jazz, hip hop; además, el flamenco desde su nacimiento ya fue tan fusionado, entonces por qué no seguir haciéndolo”, dice ella, quien hace unos años presentó un espectáculo de música tradicional ecuatoriana bailada con el ritmo español.
María Antonieta Ochoa es otro referente de este baile y el mismo nombre de su grupo, Influencias, lo indica. Ella cuenta que este colectivo se formó a partir de una presentación que realizó con Karina Matamoros, quien venía del jazz, el balletista José Manners y Pedro Hurtado, especializado en danza contemporánea. No obstante, admite que existen bailaores tradicionales que no aceptan la hibridez.
Para Adriana Félix, directora de Andanzas, es importante que se enseñe cada estilo de la danza, para que luego progresivamente se puedan encajar las diferentes piezas con calidad.
Sonia Levy, maestra de varias instructoras jóvenes, declara: “Yo no estoy de acuerdo con la fusión, pienso que cada aire tiene que ser bien realizado y enseñado”.
En lo que sí concuerdan todas es que a pesar de que aumenta el número de interesados en la danza española, los músicos y cantaores flamencos aún son pocos, lo que dificulta una compañía de música en vivo en el tablao.