En el siglo pasado cuando había muchas calles sin asfalto, es decir, eran de tierra, en el Guayaquil de antaño los niños solíamos jugar con bolitas de cristal conocidas como canicas, al famoso juego del ‘pepo’. Cada niño procuraba golpear con su bolita a la del otro niño que lanzaba a una prudencial distancia, eso requería una singular puntería y hábil destreza.
Además del pepo, que era golpear a la bola o canica de cristal, también se lanzaba la bolita para procurar un leve golpe para que se pueda quedar cerca y formar el trulo, que equivalía a la separación de las bolitas por la medida de un palito de fósforo; entonces eso era el ‘pepo y trulo’.
En el juego también se buscaba unir las bolitas con la denominada cuarta, que es la distancia de la mano estirada entre el dedo pulgar y el meñique, o en su defecto con la medida conocida como jeme, que es la distancia entre el dedo pulgar y el índice, obviamente de la mano de los niños; para lo cual se jugaba entre chicos que tenían la misma edad o el mismo “porte” (estatura) para tener similares tamaño de mano y dedos.
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Otro juego con las bolitas era el llamado “pique y ñoco”, que era golpear la bolita en un palo o poste de madera (generalmente se golpeaban las bolitas contra los pilares de las casas mixtas).
Al golpear la bolita en el palo se procuraba que con el rebote se introdujera en un orificio pequeño natural de la madera, o hecho a propósito y que se lo llamaba “ñoco”; y al lograr insertar la bolita en el ñoco se ganaba como premio pequeñas tiritas de películas recortadas, o billusos, que eran las envolturas coloridas, y abiertas como si fueran billetes, de las cajetillas de antiguos cigarrillos como el Lucky Strike, Chesterfield, Camel, Kool, etcétera; que los niños recogían de los adultos fumadores, quienes las desechaban.
Al evocar ese pasado quienes fuimos niños, nos parece que hace falta ahora, pues la tónica moderna obliga por múltiples circunstancias que los niños practiquen otros juegos, solos y en casa o en los cibers, sumidos en el automatismo de la tecnología electrónica.
Fernando Coello Navarro,
abogado, Guayaquil
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