Arqueóloga, astronauta o bombero. Hilary Hahn se visualizó de esta y muchas formas más antes de convencerse de que la música realmente era su camino. Empezó apenas a los cuatro años de edad. Paseaba junto con su padre por un barrio en el que había una academia para niños. “El violín me encontró”, dice. A los seis dio su primer concierto y a los ocho hizo su debut internacional con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera con un Concierto para violín y orquesta de Beethoven.

La artista estadounidense se presentó los pasados lunes y martes en Quito y Guayaquil, respectivamente, junto con la pianista china Natalie Zhu.

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Serena, Hahn trata de evaluar su quehacer musical de una forma natural, como parte de un proceso que deviene en el tiempo, espontáneamente. “No pongo una distancia al momento de escuchar algo. Cada día aprendo más de la música, cada año trato de trabajar con diferentes personas; todos estos desafíos me ayudan a cambiar constantemente mi perspectiva”.

Hahn, de 32 años, ha viajado por los cinco continentes junto con su violín, el instrumento que le ha ayudado a conseguir dos Grammy y que la posicionó en alguna ocasión como líder de la lista Billboard de música clásica. Es uno antiguo, un Vuillaume de 1864. Lo cuida mucho. “Realmente estoy agradecida”, afirma. El instrumento que toca perteneció al violinista ruso Samuel Lande.

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La estadounidense relata lo que vive en sus viajes en una especie de diario que hace público en su página web. Comienza a narrar en cada una de sus notas con un “Dear readers” (queridos lectores). Plasma sin parar sus ideas.

Una de sus más recientes fue elaborar el proyecto In 27 pieces: The Hilary Hahn Encores (27 piezas: Las repeticiones de Hilary Hahn), en el que convocó a compositores de todo el mundo y sin restricciones de edad con el fin de mostrar la nueva música contemporánea que ellos ingenian.

Algunas de esas composiciones forman parte del repertorio de la gira que realiza actualmente y para el 2014 tiene previsto lanzar un álbum que recopila las creaciones de los ganadores del proyecto.

El vigésimo trabajo discográfico de Hahn, Silfra, a dúo con el pianista alemán Volker Bertelmann, más conocido como Hauschka, es el resultado de un trabajo de colaboración y más bien improvisado en un estudio de Islandia, confiesa la violinista. La mayoría de las críticas de la prensa especializada sentencia la buena calidad del álbum, incluso reconoce las doce melodías del disco como creaciones dignas de un cortometraje surrealista. Hahn asiente con la cabeza, concuerda.

La intérprete de música clásica habla con voz moderada, gesticula mucho con las manos y sonríe constantemente. Afirma que no tiene ningún ritual antes de pararse sobre el escenario. Solo se arregla un poco, se pone un traje adecuado y trata de no temblar por los nervios, bromea. Expresa que a pesar de que muchas veces debe interpretar los mismos temas, intenta darles un giro para que no suenen repetitivos. “Eso hace que la audiencia siempre preste atención. Es como un experimento”, añade Hahn, quien era llamada ‘niña prodigio’.

La violinista no se siente la protagonista de cada montaje musical. Considera que el show es una experiencia inexorablemente dual: ella y los espectadores. “Creo que la audiencia siempre está interesada en lo que la música puede decirle. Cada persona en la sala tiene una experiencia distinta en el concierto”. Pone de ejemplo las reseñas que hicieron de uno de sus recitales en Alemania. Señaló que parecía que cada uno de los autores de las crónicas hubiera estado en diferentes lugares esa noche.

La música latinoamericana es para Hahn motivo de admiración. Destaca en géneros como la samba o el tango su fuerza interpretativa y la energía con la que el público reacciona frente a ellos. Indica que seguirá exigiéndose más, pues la música es su sendero. Ya no solo tiene el pálpito, sino la seguridad.