Christian Zurita
QUITO.- Gilberto Gil es un soñador. Dentro de un escenario vuela con el impulso de una máquina de ritmo, a mitad de cualquier interpretación es capaz de sacar un tono agudo, que armoniza con los sonidos acústicos de la orquesta que lo acompaña, luego hace prevalecer la gravedad de su voz en un canto triste que no deja de endulzar.