Diecisiete historias. Unas cortas y otras algo más extensas. Unas parecen haberse sucedido solo en la mente del escritor y otras recogen claramente hechos vividos y enseñanzas aprendidas. El libro La extraña muerte del doctor Costa es de aquellos que atrapan desde su primera página (tiene 204). Lo hace por su fluida narrativa, coloquial si se quiere, y por esa dosis de suspenso que se observa en la mayoría de los diálogos.

Su autor es el médico, jurisconsulto, poeta y compositor Julio Arévalo Benítez, quien firma sus obras como Pablo Zamora. De pequeño formato, la publicación es la más reciente del literato que nació en Loja hace ocho décadas. ¿Y por qué la titula La extraña muerte del doctor Costa si los relatos son varios? Es el primero y se sustenta en un hecho real, responde sin demora.

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Como lo presenta, Costa podría ser un ideal masculino: culto, atractivo y músico innato. De entrada muchos quisieran parecérsele, pero al final muy pocos podrían soportar el dolor físico y emocional que sufrió.

De voz grave y hablar pausado, Arévalo es como sus libros. Atrapa con sus historias y vivencias no solo en el ámbito cultural, sino también en el político, en los que incursionó a corta edad y llevaron incluso a conocer a expresidentes ecuatorianos, como José María Velasco Ibarra, Carlos Arroyo del Río y Carlos Julio Arosemena (ya fallecidos).

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De memoria prodigiosa, Arévalo es, sin que lo divulgue, un apasionado de las letras que ha hecho de la escritura un modo de vida. Sus más de cien libros, entre novelas de género policial (que admite son sus preferidas), ensayos, poesías y textos sobre derecho y periodismo, evidencian su quehacer.

Aún tiene mucho que escribir, señala mientras repasa su reciente trabajo. Allí, entre sus hojas, se leen, además del relato del que toma nombre, títulos como ‘Rugel y su muerte por amor’, que describe la fatal determinación de un hombre frente a una relación fallida; ‘La premonición’, una invitación a confirmar un don pregonado por muchos de presentir la partida de seres queridos. Y ‘Un caso misterioso y espeluznante’, cuyo contenido eriza la piel de solo imaginar que un espectro intente habitar en este mundo. De ese último, Arévalo dice: “Así sucedió”, pero no ahonda en detalles, pues deja a sus lectores las conclusiones.

‘Su nombre era Rosa’, ‘La gran mariposa negra’, ‘El hombre que amaba la patria’, ‘Pihuave’, ‘Benjamín y las deudas’, ‘Nadie muere a la víspera’, ‘El conjuro’, ‘Justi’, ‘Y Dios se acordó de mí’, ‘El amigo Tadeo’ y ‘El amor no termina con la muerte’ son los otros títulos del libro de Arévalo, en cuyas líneas la realidad y la fantasía cobran igual protagonismo que sus personajes.

También figuran ‘Mengano’ y ‘Una reflexión materna’, relatos en los que Arévalo aflora los conocimientos que adquirió cuando estudió Medicina. El primero argumenta el origen de la vida a través del análisis de un hombre (llamado Mengano), quien desde el psiquiátrico al que fue confinado demostró estar más cuerdo que muchos frente al nacimiento del ser. Y el segundo explica los porqués de los cuatro grupos sanguíneos que definen la raza humana.

Radicado en Guayaquil desde hace varias décadas (también vivió en Quito), Arévalo, quien tiene 17 hijos, ya trabaja en nuevos textos, los cuales publica con Editorial Uno, de su propiedad.

“Y eso también tiene su historia”, expresa el autor, quien de niño se fugaba de su casa a la de un señor de apellido Gómez que tenía una imprenta. Quería aprender el proceso de levantar textos, dice, pero cuando su madre, María Dolores, lo supo “me castigó porque era muy estricta, pero luego me autorizó a seguir con el aprendizaje”.

A los 7 años compuso el villancico Hoy es Nochebuena y a los 9, la obra de teatro La estación. Desde entonces no ha parado de escribir.

Páginas

Además de La extraña muerte del doctor Costa, ha publicado más de 100 libros. Entre estos, Asesinato en el tren de las once, de género policiaco; y Loja, la primera vez, que reseña sus vivencias en la ciudad que lo vio nacer. Su sello es Editorial Uno (285-6684, 08-878-9384).

Las publicaciones de Pablo Zamora han sido comentadas por los también escritores John Pareja Defranc, Fernando Cazón y Carlos Eduardo Jaramillo.