“Guayaquil, ciudad hermosa, de la América guirnalda; del Guayas bella esmeralda y del mar perla preciosa”... Así deleitaron con fruición y placer en la época colonial los hermosos versos del genial sacerdote jesuita dauleño-guayaco Juan Bautista Aguirre, quien llegó hasta el Vaticano como uno de los consejeros del papado.