La Sala Experimental se había prácticamente llenado de ochenteros. Más mujeres que hombres, ávidos por revivir las famosas melodías pegajosas manipulativamente sentimentaloides como Me cuesta tanto olvidarte que, unidas a un ritmo eminentemente bailable hicieron de Mecano un grupo inolvidable desde el mejor techno pop español hasta un estilo personal, de canciones más serias y profundas que definieron la ‘edad de oro del pop español’.

Este grupo se formó gracias al encuentro entre Ana Torroja, inolvidable cantante, y José María Cano en la facultad de Ciencias Económicas. Más tarde se les unió Nacho y lo demás es historia.

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‘Los Tré’, grupo compuesto por el versátil desempeño de Juan Carlos López en teclados, guitarra acústica y coros, acompañado de Juan Ampuero, de gran sonido en guitarra eléctrica, y la voz de Rochi Vernaza, dieron vida a Mecano con la asistencia virtuosa de Roberto Andrade en coros y teclados, así como la espectacular sobriedad de Xavier Soto en batería, sorprendiendo a mucha gente conocedora en el auditorio.

Ampuero, mostrando desde el inicio por qué era la guitarra prima, sobresalió luego de los efectos de sonido iniciales. El Club de los Humildes comienza a descubrir el canto y El Peón a Rochi Vernaza soltando esa voz de bella entonación, tesitura perfecta y un registro medio de gran seguridad.

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Barco a Venus dejó atrás el “pop” para trazar una incandescente y abrasiva línea de rock en la guitarra de Iván Ampuero. Tú fue un respiro lento y contemplativo exigiéndole a Rochi mayor grado de dificultad para cantar, sosteniendo en buena forma, y llegó Me cuesta tanto olvidarte, éxito monumental, de gran belleza melódica, coreada por todas las peladas en la audiencia.

50 palabras destacó a Roberto Andrade cantando y muy bien, así como sus teclados le dieron variedad a la monotonía chicle de Ay qué pesado. Luego del intermedio vino lo mejor con el rock a toda máquina de López en guitarra acústica y Soto exacto y ni una de más en batería.

Hijo de la Luna, otro mega-hit de Mecano, estuvo muy bien cantado por Rochi, siempre muy segura de sí misma y en No hay marcha en N.Y. resultó inexplicable que solamente le pegara dos toquecitos minúsculos al saxo tenor cuando hubiera sido una sorpresa un arreglo moderado.

Ya en Vivimos siempre juntos la gente se puso de pie a brincar y En las curvas de esa chica la guitarra de Ampuero enloqueció a la concurrencia mucho más, dejando el medley al final para que los tecladistas se transformen en vocalistas y entre Iván Ampuero y Xavier Soto conviertan el Experimental en algo similar al Fillmore East y su euforia rockera.