BBC Mundo
.- A una edad en que muchas personas están disfrutando de su jubilación, Baltazar Ushca de 68 años de edad, pasa horas caminando hasta llegar a una mina de hielo del Chimborazo, la más alta del país y que ha alimentado a él y a su familia por generaciones.

Ushca es el último comerciante de un negocio agonizante. Tarda cinco horas en llegar a la mina, donde corta hielo para luego venderlo.

A 4.500 metros de altura, el camino es empinado y tanto el viento como el sol son muy fuertes. Sin embargo, Ushca continúa realizando este trabajo de recoger el hielo, convertirlo en bloques y finalmente transportarlo en mula hasta Riobamba, la ciudad más cercana.

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Ushca es el último hielero del Ecuador, un arte transmitido de padres a hijos durante siglos. Desde que tenía 15 años, ha hecho el viaje al menos una vez por semana, generalmente el jueves o viernes.

Con una altura de tan sólo un metro y medio puede transportar sobre sus hombros dos bloques de 30 kg, y cobra 4 dólares por bloque.

Su duro oficio lo ha llevado a la fama

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Antes de la aparición de heladeras, se utilizaba el hielo natural para refrigerar los alimentos. Hoy en día, el hielo del Chimborazo se usa para hacer jugos de frutas o helados tradicionales. La gente dice que tiene propiedades curativas naturales.

Los demás hieleros han fallecido o han encontrado trabajos más fáciles y mejor remunerados. Pero la dedicación de Ushcha le ha producido beneficios.

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Su reputación como el "último hombre de hielo" le ha dado fama y ha transformado su trabajo en un negocio más lucrativo.

Decenas de equipos internacionales de cine le han seguido hasta el Chimborazo, y recientemente viajó a Nueva York para el estreno de uno de los varios documentales que se han realizado sobre él.

También es famoso a nivel local. En el mercado de La Merced, donde vende el hielo, la gente de todas las edades pide sacarse fotos con él; y  se ha codeado con el presidente Rafael Correa y otros políticos, que han elogiado su trabajo como parte del patrimonio cultural del país.

Ushca desestima la historia, difundida por algunos miembros de su comunidad, de que se ha hecho rico. "Mi familia tiene envidia de que sea amigo del presidente Correa", dice. "Yo les digo, vengan y hagan mi trabajo."

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"Esto es trabajo de hombre", dice con orgullo.

Un recorrido del "hombre de hielo"

Él dice que está feliz de trabajar en la montaña que los indígenas consideran sagrada. "Estoy feliz cuando camino. Chimborazo Padre cuida de mí", dice en mal español. Él está más a gusto hablando en quechua.

El rostro curtido de Ushca refleja los años de exposición al viento y al sol. Nunca ha usado gafas de sol para proteger sus ojos del resplandor del sol que se refleja en la nieve. Como resultado, está constantemente entrecerrando los ojos.

Los glaciares han retrocedido lentamente en las últimas dos décadas, por lo que la caminata es más larga.

Ambos hombres salen de su comunidad de Cuatro Esquinas alrededor de las siete de la mañana. En invierno, el viento y la nieve hacen que la temperatura esté muy por debajo de cero. En verano, el sol aumenta las posibilidades de avalanchas.

Durante la primera hora, Ushca monta su burro, mientras que Juan camina. En el pajonal, el área con arbustos bajos típicos de la los paisajes andinos en altitud, los hombres se detienen y Ushca recoge la paja que se utiliza para envolver el hielo.

Llega a la mina de hielo, llamada Los Hieleros, alrededor del mediodía, donde recoge el hielo y con su pico lo esculpe en cubos. Luego, los envuelve en paja para transportarlos en la mula y poder llegar a su casa a las 4 de la tarde.

Turismo: el futuro

El sábado, viaja a los principales mercados de Riobamba para vender el hielo por 4 dólares el bloque.

Durante décadas, Ushca ha mantenido a su familia recogiendo hielo y verduras que crecen en los campos alrededor de su modesta casa. "Esta es nuestra forma de trabajar debido a la pobreza. Yo soy pobre y no tengo otra opción", dice.

En estos días, hay una opción diferente. Su yerno cobra $ 60 por día a los extranjeros por una excursión a la mina de hielo. Él cree que podrían cobrar más por ver a un hielero real en acción, y espera que pueda hacerse cargo del trabajo de su suegro cuando éste se retire.

"Esperamos que esta tradición continúe," dice.

Juan podría estar en lo cierto. Aunque la tecnología moderna ha hecho a algunos oficios obsoletos, convertir el hombre de hielo en una atracción turística podría ayudar a sobrevivir a esta antigua tradición.