Con la segunda canción del álbum Cometas por el cielo (Día Cero) inició la noche del miércoles el concierto el quinteto español La Oreja de Van Gogh, que cautivó las miradas de adolescentes, adultos, jóvenes y parejas maduras. Los ojos estuvieron fijos en el escenario y en los movimientos de su vocalista.
Después del artista nacional Sergio Sacoto, quien expuso su voz y talento durante media hora, los asistentes no tuvieron que esperar mucho para ver a Leire Martínez, vocalista del grupo, en la tarima del Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
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Eran las 20:20 cuando apareció en medio de las enceguecedoras luces del escenario que también se desprendían hacia el público. Las mallas, falda, blusa de tiritas, chaqueta y botas negras deslumbraron en la tarima de luces azules que la cobijaron.
Y casi sin minutos para respirar o tomar bocados de agua, Leire empezó a deleitar con una, otra y otra canción, cada una más coreada que la otra, hasta que llegó el primer grito ensordecedor en el Ágora.
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“Con el vestido azul que un día conociste me marcho sin saber si me besaste antes de irte. Te di mi corazón y tú lo regalaste, te di todo el amor que pude darte y me robaste…” y apenas era la cuarta canción.
Fue entonces el momento de parar y saludar. Con una sonrisa en el rostro, Leire se dirigió al público informando que era “su primera vez” en Quito. Los aplausos y el calor no se hicieron esperar y con la euforia del caso, su público la siguió al ritmo de su delgado cuerpo y clara y larga cabellera.
Promesas de primavera, 20 de enero, Las noches que no mueren, Europa, Rosas, Soledad, El tiempo a solas, fueron canciones que el fanático Andrés Quinteros, un veinteañero, no dejaba de tararearlas mientras miraba cada movimiento del grupo en el escenario.
Su emoción se desbordaba al punto de apretar entre las manos el helado hierro que impedía que la gente dé un paso y baje a la zona vip en el Ágora. La alegría del público fue tal que contagió a Leire, quien invadida de esa energía decidió sacar un móvil y empezar a grabar a quienes admiraban su presencia. Para entonces el reloj marcaba las 22:00.
También se robó unos minutos para cantar a capella acompañada del coro de su público que emocionado desplazaba el recuerdo de la anterior vocalista, Amaia Montero, por la jovial Leira, quien aprovechaba esa emoción para introducir su nuevo repertorio cargado de un poco de balada electrónica. Sin darse cuenta, las horas pasaron y pasaron y las últimas siete canciones no mermaron la energía.
Geografía motivó más a los adultos que sin descansar gritaron: “Me gustaría inventar un país contigo para que las palabras como patria y porvenir, bandera, nación, frontera, raza o destino tuvieran algún sentido para mí”.
La emoción subió tanto que un admirador de primera fila encontró en esa canción la oportunidad para extenderle una camiseta de la tricolor a la vocalista. Esperó justo el momento en que Leira decía: “por qué no me das la mano, nos cogemos este barco, celebrando con un beso que hoy es hoy, que nuestra patria existe donde estemos tú y yo, que todo estará si cerca estamos los dos”… para entregarle el presente, que después retornó a sus manos.
Así pasaron los minutos y las dos horas de concierto que embriagaron a los asistentes, que a las 23:10 empezaron a abandonar el Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, dejando atrás el concierto organizado por la empresa Top Show.