El hombre que amaba los perros es el relato del encanto y el desencanto, del engaño y del desengaño; es la revelación del momento en que la verdad –la única, la que guía los pasos y la ilusión– se cae a pedazos, por el propio peso de las contradicciones que la constituyen.

Pero, sobre todo, porque –para unos– la historia no tolera que las mentiras más groseras sigan siendo el velo a través del cual no solo se camina y se vive, sino que se elige el camino y se juzga la vida.

Publicidad

En más de 700 páginas, el cubano Leonardo Padura utiliza la historia del asesinato de Troski para, en sus palabras, “reflexionar sobre la perversión de la gran utopía del siglo XXI”; es decir, sobre el socialismo, el comunismo y la revolución, palabras convertidas en una religión de acero que, en su versión estalinista, no perdonó la pregunta más inocente (porque nada es inocente), no contempló un desliz (porque la traición no tiene tamaño, es traición y punto), no consintió la equivocación o el desacuerdo (porque verdad solo hay una).

Esta religión necesitó fieles y devotos, cuya única salvación fue no dudar y justificar el dogma; las puertas del paraíso estarían abiertas –diga lo que diga la historia o el sentido común– para quien se sacrifique por la revolución del proletariado.

Publicidad

Y el sacrificado, en el libro, fue Ramón Mercader, quien, con la ilusión revolucionaria entre sien y sien, levantó su mano para clavarle un piolet en la cabeza al metido de Troski, que tanto molestaba al Gran Stalin. ¿Y por qué sacrificado si lo hizo convencido de que esa era su misión ordenada desde Moscú y asumida en su más honda convicción? No lo sabría sino hasta muchos años después, cuando, al enterarse de que fue utilizado, la verdad por la que vivió y mató se deshizo como humo.

A pesar de ser víctima de un engaño y de un lavado de cerebro total, nunca pudo superar su calidad de verdugo y marioneta.

A la trágica vida de Ramón se suman la reconstrucción de la vida de Troski y el relato de cómo Iván Cárdenas –tras la confesión del propio asesino– resuelve escribir esta historia en la que los tres personajes, enlazados por su amor a los perros, dan paso a una serie de antagonismos y complicidades que, con solo empezar la lectura, anulan el impacto inicial de verse frente a un libro gordo y de letras pequeñas.

Los pasajes abordados por Leonardo Padura dan más elementos para reflexionar y discutir sobre una realidad compleja, donde no solo se pone en cuestión el concepto de la verdad impuesta, sino el del miedo, de la militancia, de la política, de la moral, de la ética, del amor y del odio... No es un libro para reescribir o corregir la historia, es una novela bien escrita –realidad y ficción, literatura– que más bien apuesta a no repetirla; es allí donde residen su vigencia y capacidad de indignar.

Sobre el autor
Leonardo Padura nació en La Habana en 1955. Guionista, periodista y crítico.

Ha escrito una serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Mario Conde: Pasado perfecto; Vientos de cuaresma; Máscaras; Paisaje de otoño; Adiós, Hemingway y La neblina del ayer.

Con ellas ha ganado los premios Café Gijón 1995, el Premio Hammett 1997, 1998 y 2005, el Premio de las Islas 2000, en Francia, y el Brigada 21. A ellas se suman La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros.

Título: El hombre que amaba a los perros
Autor: Leonardo Padura.
Género: Novela
Editorial: Tusquets