Ellas son reconocidas cantantes del Ecuador. Sobre el escenario entregan su voz, su tiempo, su arte. Pero, además, son madres, inspiración y soporte para sus hijas, que han recibido el talento musical como herencia de sus progenitoras. Las chicas son artistas. Cantan. Tocan instrumentos.

En el Día de la Madre, Astrid Achi, Giselle Villagómez y Margarita Laso abren las puertas de sus casas, donde junto con sus hijas hablan de la pasión musical que comparten y que crea un vínculo que traspasa lo doméstico, que profundiza lo filial. Astrid Achi incorpora en sus conciertos a su hija Astrid Dáger; Giselle Villagómez invita a cantar a su hija Giselle Hidalgo, que tiene una carrera como solista; y Margarita Laso se junta con sus hijas Martina y Rafaela, quienes mezclan sus estudios con la afición musical. Han hecho, sobre todo, recitales de villancicos. El escenario les permite a todas ellas ser colegas y cómplices. Compañeras de vida y de sueños.

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‘Con ella me siento protegida y respaldada. Me da serenidad’
La soprano Astrid Achi Dávila ensayaba largas horas cada día. Su profesión así lo exigía. La pequeña Astrid María Dáger, la mayor de las hijas de la artista –la menor se llama Viviana Estrella–, se sentaba en un lugar de la sala y desde allí escuchaba la voz de su madre. No iba a jugar. Prefería quedarse allí para verla ensayar. Para mirar cómo se preparaba. Era un tiempo extenso que para la niña no resultaba tal.

Astrid María tenía quizá cinco años cuando su mamá descubrió que la pequeña se había aprendido de memoria una de las canciones que ella ensayaba. Tenía una linda voz. Había aprendido a cantar, escuchándola. Era un vals: Il bacio.

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Ahora Astrid María tiene 27 años y es odontopediatra, una profesión que ejerce con entusiasmo. Pero también comparte los escenarios con su madre. Canta cuando la artista la invita a interpretar algunos temas populares. Astrid María lo disfruta, porque cantar es una actividad que ama desde siempre, y porque admira a su madre, quien ha sido, además, su maestra de técnica vocal y su referente musical. Uno de los temas que interpretan es Flor de azálea.

“Con ella me siento protegida y respaldada. Me da serenidad. Le miro el rostro, está sonriendo y cantando y sé que todo está bien”, dice Astrid María, quien canta como solista en matrimonios y a veces hasta ha reemplazado a su progenitora en algún compromiso musical.

Astrid Achi refiere que Astrid María tiene una voz parecida a la suya, pero con sus propios matices, y solo interpreta música popular. “Es una voz muy dulce”, señala. Comenta que la hace feliz saber que su hija mayor y también la más pequeña –aunque esta no sube a los escenarios–, disfrutan de la profesión que ella escogió. Ambas son sus grandes amores y apoyo. Astrid María la acompañó a Egipto, al Festival de la Canción, en el 2006, donde Achi obtuvo el primer lugar. Se sintió protegida. Fue el instante en que la hija asumió el papel de madre de la madre, dice la soprano, por la fortaleza y confianza que le infundió.