Una jornada intensa vivieron la noche del pasado sábado los seguidores del cantante español Enrique Bunbury en la presentación de su último trabajo, Licenciado Cantinas, un álbum con el que repasa los sonidos de la música latinoamericana, a su estilo de rock.

La nueva producción del zaragozano es un compendio de lo que el exvocalista de Héroes del Silencio encontró por las cantinas de Latinoamérica, “en donde aprendí mucho y también me castigué mucho”, cuenta Bunbury de su experiencia para la producción de este material.

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El instrumental de El mar, el cielo y tú, abrió la presentación y al toque de contrabajo y guitarra fue la primera interpretación de Los Santos Inocentes, banda que lo acompaña sobre el escenario para exponer lo mejor de los ritmos del vals, tango, salsa y corrido, dotados de una impronta rockera con la que el cantautor identifica su proyecto musical.

Al trote y enfundado en un traje oscuro, el español se abrió paso entre las luces amarillas y rojas que se asemejaron a una hoguera, para recibir la bienvenida de cerca de doce mil incondicionales que llegaron hasta el coliseo Rumiñahui.

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Tras la ovación, y empuñando un micrófono sobre un pedestal conformado por brillantes calaveras, Bunbury interpretó Llévame, para dejar abierto el camino a El Solitario, aquel personaje fraguado en cantinas y tabernas, protagonista principal en cada escenificación de las canciones del álbum que pone el nombre al tour con el que el español recorrerá gran parte de Latinoamérica.

La respuesta del público fue total con el rockero, que con trabajos anteriores como Señorita hermafrodita y El extranjero se adueñó de la velada.

Era el momento de sentirse cómodo en el escenario y despojándose de su chaqueta, el español quedó listo para interpretar Ódiame, un tema que popularizó el Ruiseñor de América, Julio Jaramillo, y que fue uno de los temas más coreados de la noche.

Llegaron entonces Los Habitantes y El anzuelo, antes de usar el zaragozano uno de sus símbolos, un sombrero negro, con el que cantó No me llames cariño, Sácame de aquí, El día de mi suerte, y demás, para cerrar la primera parte del show con el tema Dímelo.

Acompañado de su guitarra y con movimientos constantes sobre el escenario, el cantautor siguió con El hombre delgado, San Cosme y San Damián, Bujías para el dolor y Me calaste hondo, para intentar una despedida del escenario, que el clamor del público interrumpió.

Regresó y esta vez fue la definitiva, y aunque dijo: “es increíble estar siempre en Ecuador”, Bunbury golpeó fuerte en su despedida con El boxeador, seguido de Y al final, para con el sombrero en la mano derecha ofrecer su salida al público y perderse en el escenario tras una presentación de dos horas. Así, el español dejó en sus seguidores una nueva mezcla de sabores y ritmos, que en su octava producción como solista dice tener la recuperación de la mirada hacia la música latinoamericana, de la que confiesa recibió influencia directa “a lo que hoy soy como músico”, una aventura interpretativa de la que disfrutan sus seguidores.

Apuntes

Enrique Bunbury comenzó su andadura musical a los 12 años cuando compró una guitarra eléctrica. Empezó a tocarla en 1980 en un grupo de colegio llamado Apocalipsis. Entre 1981 y 1983 tocó la batería, fue cantante de una banda llamada Rebel Waltz, y tocó el bajo en Proceso Entrópico.

En la lista de “Los 250 mejores álbumes de rock iberoamericano” se sitúan en el puesto 81 su álbum Flamingos, en el 154 Pequeño y en el lugar 228 Radical sonora, además de sus cuatro álbumes de estudio con Héroes del Silencio: Senderos de traición (n.º 5), Avalancha (n.º 35), El espíritu del vino (n.º 117) y El mar no cesa (n.º 119).