Virgilio menciona en su obra La Eneida (siglo I a.C.) a un ser alado de la mitología griega conocido por divulgar lo que observaba o escuchaba. Su nombre era Feme o también llamado Fama.

Ese nombre ha sobrevivido, ahora más enfocado en otro concepto: en el que le dan a las celebridades, personajes que en diferentes campos, ya sea por su talento o valores, por puro histrionismo o escándalo, han salido del anonimato y se han convertido en referentes de una o varias generaciones.

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“Todo el mundo los ve como muy felices, pero por dentro no necesariamente son lo que ellos demuestran. Paradójicamente lo de adentro nos refleja un caos, una desilusión, un vacío personal, una soledad, una no realización en muchos casos”, asegura la psicóloga Lilian Cubillos. Y es que, a veces, el éxito no logra llenar la vida de los célebres. La recién fallecida cantante Whitney Houston o la diva británica que murió en el 2011, Amy Winehouse –ambas sumergidas en la burbuja de la droga–, son solo dos ejemplos.

La Voz, como era conocida Houston por su calidad vocal –que poco a poco se fue perdiendo– también sufrió maltrato físico de Bobby Brown, su esposo hasta el 2007; mientras que Winehouse, la artista que se unió al club maldito de los 27 (famosos que murieron a esa edad), tuvo problemas con la bulimia, sus parejas y con sus constantes ingresos y salidas de los centros de rehabilitación.

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El psiquiatra Salvador Peralta considera que el hecho de que una estrella se apague con la tragedia o continúe brillando depende de ella misma.

“No es el hecho de triunfo y el reconocimiento el que afecta a la persona, sino que es la predisposición de la personalidad del individuo la que lo hace reaccionar de una forma u otra ante la fama”. Es por eso que entre los populares no solo existen personajes que tienen conductas inapropiadas frente a la sociedad (el exprotagonista de la serie Two and a half men, Charlie Sheen, es un ejemplo), sino los que también tienen matrimonios estables, un buen manejo de su vida privada (como Meryl Streep, la homenajeada de la Berlinale 2012 o el boricua Chayanne), o de sus negocios.

Los reputados suelen ser los tótems de las jóvenes generaciones, especialmente, y se convierten en un patrón de multitudes, con todas sus virtudes y sus defectos. Así lo asegura la socióloga Elena Betancourt. “El famoso se convierte en un modelo que otros quieren seguir, se lo proponga o no se lo proponga el individuo. Creo, incluso, que ni siquiera la masa se da cuenta de que está siguiendo en actitudes a ese personaje”.

Betancourt agrega que tras ese disfraz que algunos visten hay un ser humano con una vida que pocos conocen. Ellos, embriagados de fama, subordinan su realidad humana: no se ven realmente en el espejo.

Esta actitud de perderse en la popularidad, Cubillos la llama el síndrome del éxito. “Se convierte en síndrome cuando todo este proceso previo yo lo llego a instalar arriba y me olvido de lo que está abajo, pierdo la perspectiva de la realidad”. Y, agrega, con un tono pesimista y refiriéndose a la trágica muerte de Lady Di en 1997: “Dígame, ¿quiénes se salvan?”.

Peralta señala que depende, además de la personalidad, de la escala de valores del individuo, pues lo bueno y lo malo ahora se mide de acuerdo al bienestar que algo produce, sin importar las consecuencias.

No es secreto que el celebérrimo Mick Jagger, vocalista de la banda The Rolling Stones, arrastra una gran cadena con eslabones de drogas y de un libido no solo canalizado con mujeres, sino también con las luces de la gran tarima. Sin embargo, a sus 68 años, sigue en pie gracias a su alimentación sana, entre otras cosas. “El escenario es como el sexo. Es una adicción. Por eso seguimos tocando. Pero hay que tener cuidado”, manifestó el músico en una entrevista.

Las drogas se han convertido para muchos célebres en su vía de escape. Su consumo, dice Cubillos, es algo muy comprensible. “El cuerpo necesita cosas que le hagan sentir vida emocionalmente, que lo haga desconectarse del entorno, de estar en una nebulosa para no tener que sostener el karma que se ha armado por este éxito”. También para sentirse acompañados y no solo con su Eterna soledad, como diría un tema de Enanitos Verdes.

Los famosos dejan la puerta de sus mundos abierta a los desconocidos. Y aunque muchas veces, al ingresar no solo se vea algarabía, sino también los propios fantasmas internos de los anfitriones, varios de sus seguidores persisten en ser populares como ellos, o reconocidos por lo que hacen, y este último anhelo es algo innato del ser humano, dice Betancourt.

“No sé si la fama (...), pero pienso que todos los seres humanos necesitamos de reconocimiento, así como todos los seres humanos necesitamos del amor. Si esas dos cosas no son parte de nuestra vida considero que somos personas no completas”.

Los especialistas coinciden en que la prensa manufactura a muchos famosos y es la que determina, en gran medida, su éxito o su fracaso. “Es una especie de coadicción entre el famoso artista y el medio de comunicación”, expresa Cubillos. Y ante el esplendor actual de las oportunidades que invitan a ser famosos (internet, el surgimiento masivo de programas busca talentos o de superación), la psicóloga se cuestiona qué huella, qué impronta emocional puede dejar realmente la persona a otros. Peralta subraya que “el medio lo que busca es rating”. Entonces el famoso es propenso a perder frente a las estrategias de marketing.

“Los medios de comunicación no se dan cuenta –o quiero pensar que no se dan cuenta– que cuando hacemos estrellas de personas que son complejas, estamos diciendo a todos ‘imiten estas complejidades’. Muy pocas estrellas que hayan sido tomadas en cuenta tienen una vida satisfactoria, porque no son noticia”, dice Betancourt.

La criatura resaltada hace siglos en el libro de Virgilio deja hoy algunos de sus rasgos más definidos: el ser portavoz de mentiras y asimismo de verdades, su vuelo rápido, su versatilidad que en ocasiones inspiró al arte a retratarla bella, como en la obra Una personificación de la fama, del pintor italiano Bernardo Strozzi. En el caso de las celebridades, son ellas quienes deciden arrear este ser o irse montadas en sus alas hacia el abismo...

“La fama es el reconocimiento del triunfo (entendiéndose este como realización personal). Hay personas que triunfan pero que no son reconocidas”.
SALVADOR PERALTA

“Por un lado la fama tiende a obnubilar y en ese sentido no queremos que nadie nos vea defectos, entonces no admitimos la crítica”.
ELENA BETANCOURT

Opiniones: ¿Cómo incide la fama?
Lilian Cubillos
PSICÓLOGA Y CATEDRÁTICA
“Cuando el artista o el personaje empieza a girar en esta dialéctica del éxito, difícilmente puede salir eximido de esta contaminación”.

Salvador Peralta
PSIQUIATRA, DIRECTOR DE LA CLÍNICA RENACER
“Es la personalidad la que filtra todos los acontecimientos que uno percibe y en los que uno actúa (no precisamente la fama)”.