Dentro de la primera opción para fortalecer el apetito destacaría el respetar los hábitos alimentarios de la persona, adquiridos a lo largo de la vida, en especial en el caso de los ancianos.
El sugerir una atención especial a sus intereses puede ser suficiente para mejorar una relación con la comida y con los convivientes. Para segundas, se puede intentar hacer de la comida más un acto social.
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Los sabores ácidos y especiados estimulan el apetito, así como las comidas condimentadas y saladas, que pueden utilizarse de entrada al plato principal.
Recordemos que una comida condimentada no es necesariamente picante o irritante para el estómago, pero sí puede llevar suficientes especias para lograr ser creativas. La decocción de la raíz del diente de león es un estimulante del apetito, así como el laurel y el clavo de olor.
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Por último y nuevamente en especial para el caso de los ancianos, hacer
comidas que sean de fácil manejo y ajustadas a las dificultades que tuviesen puede influir en la ingesta final. Las comidas blandas, los purés… todo dependerá de sus gustos y necesidades.