Hay palabras que suenan bien y cuyos significados nos aparecen en la cabeza por asociación o deducciones del contexto. Jamás las hemos consultado. Desconocemos que tienen acepciones varias o que se usan de manera diferente en regiones distantes del mapa hispanohablante. Quienes son asiduos de los diccionarios encuentran más de una sorpresa cuando se topan con las largas listas de significados.

Hoy me ha dado por seguirle el hilo a la palabra "austeridad". Como sustantivo es pobre, solo tiene dos caras léxicas: "cualidad de austero" y "mortificación de los sentidos y pasiones". Pero en su derivación adjetival tiene cuatro posibilidades de uso. ¿Será que es un mérito ser austero en cualquiera de sus connotaciones?

En lo que tiene que ver con "severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral" no luce convincente. No celebro el apego a las normas no escritas, aquellas que se heredan de tradiciones poco pensadas si no me convencen con argumentaciones flexibles y propias del tiempo en que vivimos. Cosa que no niega el valor de cierta severidad proveniente de mirar la vida hacia el corazón de los hechos y los seres humanos.

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Aprecio sobremanera el segundo matiz de "austero": "sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes". He aprendido a identificar a primera vista a quienes, teniendo mucho, viven sin el ruido que podría hacer el tintineo de las monedas, el viento agitado por los billetes. Un sentido de la contención en acciones y palabras; la diáfana sonrisa que acoge a los demás, por diferentes o humildes que sean; esa elegancia sin estridencias de determinadas casas, son sus señales. Estimo, sin expresarlo porque no hay para qué, a esas personas que exhalan respeto; comprendo un esquema de vida regido por la sobriedad y que no cultive, porque las fechas lo mandan, las fórmulas congeladas de buena parte de las costumbres.

Como tenía que ser, la palabra "austero" también tiene una faceta negativa: "agrio, astringente y áspero al gusto". Debo confesar que en décadas de lectura y reflexivo seguimiento al sabor y sonido de los términos, no he encontrado el uso o aplicación de esa acepción. ¿Se habrá quedado en el camino de la historia?, ¿debería ya salir del DRAE? ¡Quién lo supiera!

El adjetivo califica en cuarto lugar la actitud de ciertos religiosos del pasado, grupo ínfimo en el presente: "retirado, mortificado y penitente". Cuando aquello de "Qué descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido/ y sigue la escondida/ senda por donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido", lucía como un ideal y se elegía libremente. En nuestros locos años, existir parece una demanda exigente que viene apoyada por un aluvión de bulla, movimiento, sensaciones múltiples, escaso pensamiento. Mostrar otra clase de apetencias, desear romper con lo que la sociedad tiene diseñado para cada edad, clase social, sector urbano y demás rasgos que nos diferencian y al mismo tiempo uniforman, en un conglomerado confuso y contradictorio, parece imposible.

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Y el austero de corazón esconde su templanza, disimula su morigeración, se ve obligado a ser uno más en la fanfarria de la vida. Porque ser serio, reflexivo, sereno, parece estar reñido con la dominante e impostada alegría.