“Me gustó porque sentí que decía mucho en pocas palabras y que se podría interpretar de diferentes formas”. Así responde Ernesto Noboa Vallarino cuando se le indaga el porqué del nombre de su primer poemario, Tres whiskys para pasar la borrachera, que firma con el seudónimo de Jota Kintana y presenta esta noche.
Como preámbulo a cada parte del poemario, se insertan textos de los cantantes Charlie García, Bob Dylan y Pedro Aznar. ¿Por qué los escogió a ellos para que acompañaran su libro?
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Los escogí a los tres porque fueron mis primeras influencias, sobretodo Dylan y Aznar. Todavía lo son, aunque voy aprendiendo de todos los poetas que leo, actualmente muchos ecuatorianos francamente extraordinarios. Pero sobre Dylan y Aznar, no son cantantes, aunque la mayoría de gente los etiquete así. Al contrario, Dylan es un poeta que lee sus poemas con su guitarra y su armónica. Para que no quede duda, Dylan fue el candidato favorito al Premio Nobel de Literatura 2011 que lamentablemente no ganó. ¿En muchos casos, dónde trazas la raya entre el poeta y el músico? De Dylan me llevé el sentido de la interpretación en la poesía y al mismo tiempo mensajes punzantes que apuntan al alma y al corazón. Entendí que esa sería mi manera de expresarme guardando la infinita distancia entre ambos. Y sobre Aznar. Curiosamente en la década de los 90 me llamó la atención el grupo de Pat Metheny, que ganó en los 80 múltiples premios Grammy y que incluía a Aznar como uno de sus integrantes. En uno de sus discos escuché una canción cantada por él que me marcó hasta hoy: El sueño del retorno, la única canción con letra de este grupo, que me caló hasta los huesos con una letra que no lograba entender. Luego de leerla cada palabra salía del papel, no en forma de canción, sino en forma de soberbio poema. Pedro Aznar además de virtuoso músico es reconocido también como un gran poeta, y el estudio de sus dos libros, Dos pasajes a la noche y Pruebas de fuego, me ayudaron a entender mejor la estructura en un poema.
Usted realiza una especie de homenaje al poeta Ernesto Noboa y Caamaño. ¿Qué significa la poesía de este autor para usted, de qué manera lo ha influenciado?
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Es efectivamente un homenaje por varias razones. Primero porque en el año 2000 mi padre me regaló una copia del libro Romanza de las horas de Noboa y Caamaño, pariente de mi abuelo, cuya copia leí con mucha atención, y, a pesar de entender que la métrica y las reglas en la poesía desaparecieron hace mucho tiempo, me cautivó su poesía y me despertó los sentidos. Entendí de manera más consciente que había algo en la poesía que me halaba, que me decía que sería una compañera ineludible. Segundo, luego de leer el libro sentí una rebeldía enorme contra la expresión “generación decapitada”.
Recordé el rechazo que sentí de muchacho contra la poesía cuando me la enseñaron en el colegio. Encuentro una estupidez que una generación extraordinaria de poetas como Noboa, Borja, Fierro y Silva, pase a la historia con una expresión que juzgue sus vidas y su forma de morir. ¿Y su arte? Yo propongo abolir la expresión que no quiero ni mencionar nuevamente. Por último, porque leo críticas de estos cuatro poetas que están totalmente desubicadas. Priorizan lo subjetivo y la ideología y sobre lo objetivo y lo contextual. Por ejemplo, los acusan de escribir sobre cisnes, princesitas, castillos y cuatro estaciones que no existen en nuestro país. Lo encuentro una barbaridad. La poesía es contextual, es cierto, pero también es universal. Además, mientras no entendamos que todos somos influenciados por otros y que nuestra poesía se ha enriquecido de nuestros antecesores, seguiremos empantanados criticando de manera destructiva y matando la poesía ecuatoriana. El mismo Isaac Newton, en mi opinión el físico más importante de la historia, dijo que su ciencia se apoyaba “sobre hombros de gigantes”. Creo que Noboa y Caamaño me puso en contacto con mi rabia interior.
¿Desde cuándo escribe poesía y qué busca expresar a través de ella?
En el 2002 mientras atravesaba un periodo trascendente en mi vida, y luego de leer Romanza de las horas, Noboa y Caamaño me acompañó a escribir mi primer poema, Enemigo fiel–que a propósito consta en el libro– sin siquiera saber ni remotamente que sería la semilla de Tres whiskys para pasar la borrachera. Seguí el proceso autodidacta hasta que en el 2009 decidí adoptar la poesía como profesión, y desde hace dos años no he parado de escribir. Sí busco expresarme a través de la poesía, creo que esto es lo que busca todo poeta. Pero la pregunta sobre qué busco expresar es mucho más compleja de responder. Es algo que yo mismo tengo que seguir descubriendo. Escribo desde la perspectiva de un hombre común que vive situaciones comunes, que le inquietan las cosas que inquietan a un hombre corriente, algunas personales, otras familiares o sociales, incluso problemas nacionales o mundiales, pero siempre bajo la misma óptica de un ser humano como cualquiera, el hombre de la calle. Me identifico mucho con el proceso de composición según T.S. Eliot, una de las cumbres de la poesía en lengua inglesa del siglo XX: “Solo existe la lucha por recuperar lo que se había perdido, y encontrado y perdido de nuevo y de nuevo (…). Para nosotros solo existe el intento, lo demás no es asunto nuestro”. Interpreto en T.S. Eliot una maravillosa posición de humildad, una que reconoce el trabajo de otros, y la satisfacción de haber intentado. Me identifico con esto. Pero hay un aspecto central para mí en la cita de Eliot: sobre todo me identifico con la lucha de recuperar lo perdido. Desde niño sentí que había perdido algo, era un cuadro que armonizaba mi habitación, que lo quiero recuperar, y desde que recuerdo, no he cesado en el intento de encontrarlo, reencontrarlo y volverlo a perder. Creo que por esto escribo.
Usted hace una especie de juego. Jota Kintana, que es su seudónimo, lo usa como nombre real; y el real, Ernesto Noboa Vallarino, como un alias. ¿Cuál es la razón de este juego de identidades?
No quiero dar a entender a nadie que juego con el concepto del “alter ego”, el cual ha sido utilizado en muchos ámbitos para esconder la verdadera identidad o realizar un juego moral entre el bien y el mal. Pero no… esta interesante situación no es mi realidad, no existe un alter ego en mí, no tengo un trastorno personal, ni el otro yo, al menos eso creo… Noboa y Kintana son dos facetas radicalmente distintas de una misma persona que se mueven en dimensiones muy diferentes. La de Kintana conocida por muy poca gente, faceta que muchas veces desaparece para esconderse del barullo diario sin que Noboa pueda hacer nada al respecto, sí algo, frustrarse por su ausencia, y añorar su retorno.
Entonces, la razón fundamental de ambas identidades es dar a entender al público mi serio compromiso con la poesía. La poesía no es un hobbie de Ernesto Noboa ni una segunda profesión. La poesía es una profesión de Jota Kintana. Así de serio es el asunto para mí. Aspiro a seguir escribiendo con intensidad toda mi vida, lo que quede de ella.