Por Francis Pisani
.- Al entrar al FabLab de la Universidad de Nairobi uno se siente tentado a evocar la imagen de Capharnaüm, símbolo del desorden, semejante al que se aprecia en este espacio repleto de objetos incomprensibles. A menos de que se trate del laboratorio del profesor Tournesol. Natural, después de todo, porque un laboratorio tal tiene como función hacer surgir a los inventores las innovaciones locales, y desarrollar sus talentos.

"Un FabLab (abreviatura de Laboratorio de Fabricación) es una plataforma abierta para la creación y elaboración de prototipos de objetos físicos 'inteligentes' o no", explica la FING (fing.com), que trabaja en su incubación y difusión. "Está orientada a los empresarios que quieren transitar más rápidamente del concepto al prototipo; a diseñadores y artistas; a alumnos deseosos de experimentar y enriquecer sus conocimientos prácticos en electrónica, en CFAO, en diseño, en los nuevos oficios del siglo XXI".

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El interés de un país como Kenia también reside en poder fabricar ahí aquello que hace falta, inventar lo que los innovadores del norte desdeñan. Una bomba para letrinas, por ejemplo.

Es así como Ken Abwao, mi guía de perfil acético y finas sandalias, me mostró una bicicleta muy sencilla pero dotada de una vasija de plástico y un gran tubo azul. Uno la conduce cerca de la fosa séptica y la coloca sobre una base que eleva la rueda trasera. Basta entonces con conectar el tubo y empezar a pedalear para que el contenido llegue directamente a la vasija, que luego se descargará en un lugar especial sin que nadie tenga que entrar en contacto con algo malsano.

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Por razones obvias, me sentí atraído por el Winch Group (nombre muy importante para mí) y a su sistema automatizado para subir agua desde el fondo de un pozo.

Otro equipo inventó un minipuente que permite franquear los canales que abundan en la época de lluvias en los barrios pobres. Los trozos de madera se fabrican con una máquina cortadora que pilota un ordenador instalado en pleno corazón del laboratorio. Justo al lado del cortador de láser frente al cual los alumnos hacen fila para hacerse llaveros de plástico de su invención.

Los participantes en el fablab (fablab.uonbi.ur.ke) provienen esencialmente de la universidad. Pero no solamente. Tras haber visto en la televisión un reportaje acerca de un inventor de una máquina para hacer té activada desde un móvil, Gachigi Kamau, director del proyecto, también lo invitó a participar. En pocos meses aprendió a hacer un tablero de control diez veces más pequeño. Ahora trabaja en la seguridad de los hogares, sobre un programa que facilita a los carpinteros cortar la madera de manera más eficiente, y sobre un sistema de diagnóstico que permite predecir cuándo un vehículo va a tener problemas y cuáles serán.

Tom Gone, uno de los miembros del laboratorio, está instalando en un barrio pobre una red wifi local hecha con red metálica de gallinero. La tecnología fue concebida por el Instituto de Tecnología de Massachussetts, cerca de Boston en Estados Unidos. Pero la máquina para tallar madera puede, gracias a la transmisión de los planos por la web, fabricar las piezas con la forma adecuada.

Este fablab pertenece a una red mundial, me explicó Kamau Gachigi, "todos participamos en la Fab Academy, un curso impartido por el profesor Neil Gershenfeld (padre del concepto) y los gurús locales. Compartimos la información y nos beneficiamos mutuamente".

Uno de los avances más destacados de Nairobi es un robot capaz de ir a buscar alimento a un establo y llevarlo a la granja. Tiene un mecanismo para recoger objetos, un sistema de navegación y la capacidad de evitar obstáculos en su camino. Pequeño robot que se volverá grande.

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unpasomas.fundacion.telefonica.com

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