Por Francis Pisani
.- Al entrar al FabLab de la Universidad de Nairobi uno se siente tentado a evocar la imagen de Capharnaüm, símbolo del desorden, semejante al que se aprecia en este espacio repleto de objetos incomprensibles. A menos de que se trate del laboratorio del profesor Tournesol. Natural, después de todo, porque un laboratorio tal tiene como función hacer surgir a los inventores las innovaciones locales, y desarrollar sus talentos.