JORGE MARTILLO MONSERRATE
jotamartillo@yahoo.es.- La noche del 15 de diciembre de 1947, el maestro Angelo Negri antes de dirigir Cavalleria Rusticana tal vez no imaginó que caería muerto en pleno escenario del abarrotado Teatro 9 de Octubre.

Sesenta y nueve años atrás Angelo Negri Fraccia había nacido en Italia. Desde temprana edad estudió música, siendo alumno de grandes músicos como Ildebrando Pizzetti y Pietro Mascagni. Graduándose de director de orquesta, organista y compositor con el maestro Cicognanil.

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Entre 1925 y 1927 realizó una gira artística por Estados Unidos y Canadá con el tenor Belarmino Giggli. Después se establece en Buenos Aires y dirige la Orquesta Sinfónica de Radio Belgrano. En 1930, está al mando de la compañía de ópera de Lea Candini y recorren Brasil, Uruguay, Chile y Perú.

Cuando se presentan en Guayaquil la compañía parte sin su director. Algunos opinan que Negri se quedó porque a sus 56 años estaba cansado de esa vida de artista errante y además nuestro clima era benigno para su dolencia cardiaca.

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En cambio, Guido Garay -alumno de Negri- en su libro Estampas de Guayaquil cree: "...se nos ocurre pensar que Angelo Negri, al igual que muchos otros europeos y orientales, sintió el embrujo de nuestra ciudad encantadora, su espíritu de artista tiene que haber sentido el impacto de la musicalidad de nuestro pueblo al escuchar los pregones de los vivanderos: Hay que soldar, botella vacía botellerooo, caliente la salchicha, salchicherooo, el de vendedores de patillos y gallaretas; y en las noches, el canto estentóreo de los barquilleros, vendedores de candi suiza: Allá en el cerro/ tengo un palo colorao/ donde cuelgo mi sombrero/ cuando estoy enamorao; y es que el Guayaquil de la época en que llegó Angelo Negri...", era un puerto hechizado.

Jenny Estrada en Los italianos de Guayaquil refiere que en 1933 Negri formó el coro mixto y con los músicos del Círculo Musical Guayaquil, la Orquesta Sinfónica que dio recitales y conciertos.

Se desempeñó como profesor de piano en el conservatorio Antonio Neumane, posteriormente sería su director aunque durante un tiempo fue separado acusado de profascista, acción que después fue reparada. En ese lapso, Negri creó su Academia Santa Cecilia.

El italiano formó con cantantes, coros y orquesta local el primer grupo de ópera con el que estrenó La Traviata de Verdi, y después, año a año: Marina de Arrieta; Sor Angelica y Madame Butterfly de Puccini; Cavalleria Rusticana de Mascagni, etcétera.

Además compuso misas -como Misa de Profundis en memoria de los héroes caídos en el conflicto de 1941 con el Perú-, canciones, obras para canto y piano, himnos como Mi Ciudad con letra de Alejo Matheus Amador, un fragmento dice: "Mi ciudad, radiante y bella /tiene un río sin igual, /tiene cerros esmeraldas y planicies singular; /mi ciudad es cual sultana /con dos tronos de cristal /uno es el río Guayas y el otro un brazo de mar; /es la perla del Pacífico / de mi ensueño es el jardín /es mi tierra, es mi cuna, mi ciudad es Guayaquil...".

El 15 de diciembre de 1947, una vez más el maestro Angelo Negri presentaba Cavalleria Rusticana pero con nuevos cantantes, sus alumnos: Fernando Vincenzini y Maruja Orejuela. Lila Álvarez García, quien también fuera su alumna, recuerda, en un artículo que publicó el 10 de abril de 1988 en este diario, que las entradas del espectáculo se agotaron con anticipación pero el grupo artístico estaba preocupado porque desde días atrás el maestro Angelo Negri, de 69 años, estaba aquejado con la presión alta.

"Esa noche -narra Rodolfo Pérez Pimentel en el tercer tomo de su Diccionario Biográfico del Ecuador-, mientras se encontraba con la batuta en la mano y dirigiendo el tercer acto, cayó de improviso hacia adelante sobre uno de los músicos, el oboísta Teófilo Jacome, quien recibió el impacto. Estaba muerto a causa de un fulminante infarto. (...). El Dr. Abel Gilbert Pontón diagnosticó su deceso en el propio teatro. La conmoción fue intensa, fue velado con honores y enterrado al día siguiente con gran acompañamiento".

En estos días, 64 años después de su muerte, la Sociedad Italiana Garibaldi de Guayaquil le rindió un homenaje póstumo al casi olvidado Angelo Negri.

Esa noche de 1947, entre el público estaba el escritor colombiano Álvaro Cepeda Samudio, entonces corresponsal de El Nacional de Barranquilla, él escribió en una semblanza: "Angelo Negri, el músico italiano que yo vi morir en Guayaquil mientras dirigía la orquesta en la representación de Cavalleria Rusticana, era uno de estos que se quedaron rezagados en la carretera de la troupe. (...) Y en Guayaquil comenzó la larga y trabajosa tarea de crear y conducir el gusto por la música de Rossini y de Mascagni, de hacer que los jóvenes aprendieran a tocar un instrumento, de descubrir aptitudes musicales y auspiciar su desarrollo. (...) El cuerpo del director cayó suavemente sobre el atril, la batuta describió una trágica parábola descendente y en la garganta de la rubia soprano se estranguló la nota de la aria final. El maestro Negri, como los soldados de la independencia americana, murió en su sitio, con las botas puestas". Esa noche fatal del 15 de diciembre de 1947 no hubo aplausos ni vivas, solo lamentos y adioses para el maestro Angelo Negri.