Guayaquil es una mezcla de sabores. Recorrer sus calles es adentrarse a un mundo donde el paladar se convierte en una especie de amante infiel, que se deja llevar por el deseo. El deseo de complacerse y deleitarse con la variedad de platos que encuentra a su paso. El sabor de ‘la perla’ es diverso. Es como una ‘bandera’ gastronómica. Su sazón es fresca. Provocativa. No se deja encasillar. Es rebelde.