Eran las 14:30 del pasado 6 de septiembre. A esa hora el custodio Juan Pedro Gómez controlaba la seguridad dentro de la agencia que el Banco Pichincha tiene en la feria ganadera de Santo Domingo. No había ni un policía, pese a que en el sitio mueven al menos 3 millones de dólares por semana. De pronto llegaron ocho delincuentes.
No solo robaron el dinero que tenían los cajeros, sino que desvalijaron a personas que realizaban depósitos y retiros en sus cuentas. En ese forcejeo resultó herido el guardia Gómez, quien ¬según los testigos del atraco¬ intentó evitar que los delincuentes se lleven varias bolsas llenas de efectivo.
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Gómez, según las evaluaciones médicas, recibió un disparo en la cabeza. El proyectil fue letal, no solo le lastimó la parte ósea, sino que le causó un traumatismo cráneo-encefálico del que no pudo reponerse. A las 07:30 de ayer, galenos de la clínica Dame, ubicada en la avenida 18 de Septiembre y Universitaria, norte de Quito, confirmaron su fallecimiento. El diagnóstico final: un edema cerebral severo producido por el ingreso de una bala por el parietal izquierdo del cráneo.
Durante el asalto los delincuentes estaban fuertemente armados, lo que les facilitó amedrentar a quienes se encontraban dentro y fuera de la agencia bancaria, donde atacaron al guardia que en su defensa solo estaba lleno de valor, un tarro de gas pimienta y un tolete, lo que lo imposibilitó de esquivar el ataque mortal.
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“Dicen que eran cinco hombres los que llegaron a robar en el mercado de ganado (en Santo Domingo). Ahí, la gente maneja mucho dinero y por eso asaltaron. Me contaron que Juan se dio cuenta de lo que los delincuentes querían hacer y se les enfrentó. Uno de ellos le disparó a matar y le llegó en la cabeza”, explicaba ayer, en Quito, Vicente Lincango, tío del occiso, que primero fue trasladado desde Santo Domingo al hospital del Seguro Social en estado de coma y ante la falta de espacio fue llevado a la clínica que tiene convenio con el IESS.
La tarde de ayer, su familia en Santo Domingo estaba conmovida y a la vez tensa porque el cuerpo del guardia no llegaba a la ciudad en la que residía con su esposa, Manuela Ortega, y cuatro hijos, dos de ellos menores, quienes dependían completamente del salario que él percibía de la empresa Seprivan, para la cual laboraba desde hace doce años.
María Cují, una de las sobrinas de la víctima, comentó ayer que la velación del custodio sería en la Comisión Coordinadora del Sindicato de Choferes de Santo Domingo.