AFP
ROSES, España.- El cocinero español Ferran Adriá ofreció el pasado sábado su última cena antes del cierre del mítico restaurante de la costa catalana, El Bulli, considerado el mejor del mundo, tras más de 20 años sirviendo menús que han transformado los códigos gastronómicos.
Acompañado por su fiel equipo y sus amigos, Adriá, de 49 años, renuncia de esta forma a las tres estrellas Michelin que han recompensado su innovadora cocina.
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Medio centenar de personas, amigos y exempleados de Adriá, fueron invitados a la fiesta y pudieron degustar un menú compuesto por 50 platos.
La cena comenzó con una particular versión de Adriá del dry Martini: un glóbulo esférico de aceituna reconstituida colocado en la lengua del comensal y posteriormente rociado con ginebra y vermut en aerosol.
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Los camareros, que vistieron camisetas negras en las que podía leerse "elBulli, el último vals", comenzaron seguidamente a servir el resto de platos: ravioli de pistacho, globo de gorgonzola, flor en néctar, croquetas líquidas de pollo, won-ton de rosas con jamón y agua de melón, percebe con caviar, lomo de liebre en su sangre y cerillas de soja.
El restaurante, situado en la Cala Montjoi, a dos horas al norte de Barcelona por carretera, que cuenta con excepcionales vistas sobre el Mediterráneo, tiene previsto reabrir en el 2014 como una fundación ecológica, centrada en técnicas culinarias y sabores inéditos.
El futuro 'elBullifoundation' ofrecerá cada año entre 20 y 25 becas que permitirán a privilegiados chefs realizar prácticas en las cocinas del restaurante. Sus ideas y sus descubrimientos serán publicados en internet.
Adriá argumentó que cerraba su restaurante en lo más alto de su fama con el fin de tener más tiempo para su labor creativa en la cocina.
El famoso cocinero aseguró también sentirse agotado por tener que supervisar la preparación de decenas de platos cada noche y por tener que gestionar cientos de miles de peticiones de reservas que le llegaban cada año.
"Hemos creado un monstruo y era hora de encontrar una manera de dominarlo", dijo a los periodistas Adriá, el chef copropietario y encargado del restaurante desde 1987, mientras estaba sentado en una mesa fuera del establecimiento con todos los jefes de cocina, pasados y presentes, que pasaron por El Bulli.
"Lo lógico sería que hoy fuera un día muy triste, pero es al revés: estamos contentos, súper contentos porque el proyecto continúa", añadió Adriá.
ElBullifoundation existe para que cuando no estemos aquí, esto continúe, señaló el chef español. "No es fácil esta transformación. Hay mucho por gestionar", añadió.
Sus amigos defendieron su espíritu innovador: "El coraje y la libertad que defendemos en nuestro restaurante viene de aquí", afirmó Rene Redzepi, cuyo restaurante Noma, de Copenhague, destronó a El Bulli en el 2010 como mejor establecimiento del mundo, según la revista británica Restaurant.
La publicación llegó a situar hasta en cinco ocasiones a El Bulli como el mejor de una lista de 50 restaurantes en todo el mundo: en el 2002 y del 2006 al 2009. Un récord.
"Ver cómo alguien toma riesgos y se expresa en la cocina con los alimentos, ilumina el camino", dijo Grant Achatz, jefe del Alinea de Chicago, que pasó por los fogones del restaurante catalán.
Quería agradecer a todos los que estáis aquí por ayudarme a liberar mi imaginación, dijo Adriá a sus compañeros de profesión.
Chef de El Bulli desde 1987, Adriá es reconocido por haber renovado la imagen de la gastronomía española hasta convertirla en cocina vanguardista. En el 2010 anunció que colgaba el delantal para dedicar más tiempo a la creación. Por el mismo motivo, en el 2001 decidió cerrar al mediodía, justo cuando el restaurante empezaba a hacerse famoso.
El éxito de este establecimiento, que tiene espacio para 50 clientes y abre únicamente seis meses al año, ha sido siempre rotundo, con más de dos millones de reservas anuales para un total de 8.000 cenas, la mayoría asignadas por sorteo.
El precio de la cena, cuya degustación podía durar cinco horas, era de 270 euros por persona (unos $ 390), sin vino.
Pese a la popularidad, El Bulli registraba pérdidas de medio millón de euros al año, según reveló el propio Adriá en el 2010. Para sanear las cuentas, el cocinero lanzó una serie de artículos con la marca de El Bulli, dio conferencias y prestó su imagen a una gama de productos que iba desde aceite de oliva a cuchillos.
Sus detractores aseguran que su cocina es demasiado elitista y pretenciosa.