Elisa Soria tiene 22 años. Es violinista. Esa pasión por la música la tiene –recuerda– desde toda su vida, pero cuando entró al Instituto Experimental de Música de la Universidad de Guayaquil (Iemug) aprendió lo que necesitaba para entonar el instrumento, el mejor medio que esta joven tiene para expresar sus sentimientos.
Ahora interpreta el Adagio und fuge en Do menor, de W.A. Mozart. “Todos mis alumnos son buenos, por eso están aquí, pero ella ha destacado”, comenta Fernando Gil, director de la Orquesta de Cámara del Iemug. Cuenta que la puntualidad y esmero de Soria le han abierto muchas puertas. Ha viajado al extranjero para dar conciertos, ha recibido clases de maestros extranjeros e incluso es capaz de sustituir a uno de los profesores del instituto para dar clases a sus compañeros.
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“Un músico debe estar lleno de valores, como la solidaridad, la constancia, el respeto y hasta la fraternidad. En mi experiencia, creo que los guayaquileños sí tenemos esos valores”, dice.
La educación académica es importante para el crecimiento artístico de los músicos, pero Gil asegura que el talento pesa más. “El arte, al igual que el deporte, es selectivo. Suena crudo pero es cierto. Cuando uno es desafinado, lo siento, pero no puede ser músico. No se trata de que haya cantidad, sino calidad”, manifiesta Gil.
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En esto último concuerda Davit Harutyunyan, director de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG), institución que en noviembre próximo cumplirá 62 años de fundación.
“Últimamente han aparecido diferentes orquestas, (para) bien o mal no lo sé. Siempre he buscado que haya calidad en mi agrupación”, expresa el armenio, quien asumió la dirección de la OSG hace nueve años.
A lo largo de los años que Harutyunyan tiene en Ecuador, es capaz de decir que la perseverancia puede definir al músico guayaquileño. “Todos los músicos son diferentes, por sus objetivos, técnicas... Pero siempre demuestran sus ganas de llegar a lo que se han propuesto”, manifiesta el director de la OSG, quien tiene cerca de 90 músicos y ofrece conciertos regulares en el Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro.
Añade que en el transcurso de estos años sí ha notado mayor interés en los jóvenes para involucrarse en la música y también la creación de instituciones –como conservatorios– que ayudan a su formación.
“El músico guayaquileño se caracteriza por su constancia en el estudio, su calidad y más que todo por la mística que tiene de hacer música”, expresa José Valdivieso, director de la Orquesta de Cámara Antonio Vivaldi del Museo Municipal, que agrupa a 20 artistas.
Esta orquesta, que apareció en 1990, ofrece cada mes dos conciertos didácticos en distintos espacios y uno formal, en el museo. “Siempre estamos dando al pueblo música clásica, porque consideramos que esta es una buena forma de culturizar a la ciudadanía”, sostiene.