Jorge Martillo Monserrate
.- 1. Señales de la Trilogía Chola. La historia es así: en el 2001 empezamos a disfrutar de las aventuras y desventuras de El Cholo Cepeda, investigador privado. Años después entró en circulación Si es que te queda cariño (y otras aventuras del Cholo Cepeda) en cuyo primer capítulo, hay una suerte de golpe de estado: "...en el libro El Cholo Cepeda, investigador privado su autor, el Loco Itúrburu, me pone como personaje principal, pero (.) ahora soy yo quien toma la pluma, el mismo Cholo Cepeda que viste y calza, el que se parece al Puma José Luis Rodríguez y al detective Columbo.

Como dije, hago esto en parte para corregir algunas distorsiones de lo que de mí se ha dicho y en parte también para reclamar, vía empírica, los derechos de autoría, que se dice copyrights en inglés, pues la vez pasada el vate Itúrburu se comió la torta solito".

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Desde entonces, el Cholo Cepeda asume el poder de la escritura y será narrador y protagonista, y el defenestrado poeta Itúrburu, un personaje más. La situación no cambia en El regreso del Cholo Cepeda, tercera entrega de reciente circulación. Tienen que leer ese libro.

2. Señales de Fernando Itúrburu Rivadeneira. Guayaquileño, de 51 años. Ha publicado poesía, ensayo y narrativa. Fue integrante del grupo literario guayaquileño Sicoseo y del taller de Miguel Donoso Pareja. Actualmente se desempeña como profesor de español en State University of New York at Plattsburgh.

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El sábado anterior conversamos en las alturas de Bellavista, su residencia guayaca. Está de vacaciones con su familia -esposa y dos hijas-, ha regresado a presentar: El regreso del Cholo Cepeda y un libro de entrevistas con ecuatorianistas norteamericanos: El águila bajo el sol, llevar a cabo un taller de novela policiaca y a recargar las pilas en su ciudad de origen.

Ese sábado recuerda que cuando niño su primera lectura fue Grandes simas del mundo, libro sobre unos exploradores de cuevas. Pero su real amor por la lectura empezó en los últimos años de secundaria.

Cuándo descubres que deseas escribir y por qué, indago y responde: "Nunca me he visto como un escritor. Esa palabra me suena extraña todavía. Pero me gusta escribir, expresar lo que siento, imagino, investigo o sueño. Es quizá una vanidad, pero también un placer y, a veces, una tortura".

Comentó que en sus libros de narrativa es muy importante la noción del barrio -especialmente la ciudadela Nueve de Octubre- y personajes populares. E inmediatamente afirma: "Soy de barrio, de la esquina, de la calle. Es el mundo familiar que conozco, el real. Así, es testigo de lo que soy en gran parte. Y es en esos mundos en donde conocí mucho de lo que me tocó vivir. La narrativa es un homenaje a ese mundo, a mis amigos y familia. Es un quedarse en casa imaginariamente".

Dialogando sobre el género policiaco, Itúrburu se identifica con los personajes y detectives de los autores Eduardo Mendoza y Rubén Fonseca. Eso sí reniega de los detectives intelectuales. "Quiero que el Cholo sea guayaco, no un intelectual tirado a detective, de esos que juegan a ser marginales.

No. Por respeto y amor fiel a Guayaquil no podría haber hecho del Cholo Cepeda una entidad falsa", afirma. En El regreso del Cholo Cepeda, al detective le designan ajusticiar a un chofer que atropelló y mató a una joven, ¿es el Cholo un sicario? Pregunto, y él más rápido que el mismo Cholo al instante de propinar un puñetazo, responde: "No, pero el sentido de venganza pasa por una ética popular que dice, y está en el Antiguo Testamento: Ojo por ojo, diente por diente.

Es esa justicia la que vale, no la que dictan unas leyes que nadie usa, menos aun esa caterva de payasos de circo que componen el sistema legal de Ecuador".

A Bellavista llegan los estruendos de Guayaquil, Itúrburu desentraña a su ciudad. Es cuando dice que siempre extraña a la ciudad y a su gente, pero al mismo tiempo, cuando está aquí, extraña a Estados Unidos, país que ama y donde nacieron sus hijas. "Es una vida entre dos mundos y, la verdad sea dicha, no veo ninguna contradicción flagrante entre ambos", reflexiona. Cuenta que tiene planes de retomar una investigación sobre la fundación imaginaria de Guayaquil, según distintas fuentes.

Es ya mediodía y el sol incendia esa parte alta de la ciudad, es cuando digo: ¿Existirán nuevas aventuras del Cholo o qué balas acabarán con él?, y Fernando con un gesto medio dudoso, dice: "No lo sé. No me interesa por ahora ni matarlo ni escribir otro, cuanto con editar los tres volúmenes en uno solo, la Trilogía Chola como tal, pues se acabaron hace mucho".

El sol pega más fuerte. Entonces un carro plateado se detiene al frente y de él baja el Cholo Cepeda -el real, de carne y hueso-, amigo de infancia de Itúrburu. Es cuando la literatura calla y decidimos la misión de ir tras la espuma de Guayaquil.