EFE
MONTREUX, Suiza.- Una incombustible Liza Minnelli trasladó la noche del viernes la magia de Broadway al clásico Festival de Jazz de Montreux, con la maestría y energía de una mujer curtida en las tablas y que aúna en sus genes lo mejor del cine y el musical.
Un nombre que habla por sí solo, una potente e inconfundible voz y su arrolladora fuerza interpretativa fueron los atractivos que arrastraron a sus seguidores al concierto, pero su simpatía, sus divertidas intervenciones y su calidad sonora dejaron deleitados a una audiencia que en la mayoría de los casos ya peinaba canas.
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Hija del cineasta italiano Vicente Minnelli y de la actriz y niña prodigio Judy Garland, de la que heredó sus dotes interpretativas y su voz, Liza nació condenada al mundo del espectáculo y en 50 años de carrera ha sabido cumplir con las expectativas de su apellido. Tras arrancar con canciones más lentas, a la media hora de show sonó uno de los temas más esperados, Cabaret, de la película homónima de Bob Fosse que valió a Liza un Oscar en 1972. Y de allí en adelante tuvo un gran romance con el público.