A Beatriz Parra se le han abierto muchas puertas, entre ellas la de recorrer varios escenarios del mundo, especialmente los europeos. Todo gracias a su voz ligera, con la que aun hoy, 45 años después de haberse iniciado en el canto, puede alcanzar notas agudas. En el vestíbulo de la fundación que lleva su nombre, ambientado con afiches de sus presentaciones internacionales, Parra recibe a un equipo de Diario EL UNIVERSO y rememora sus viajes, vivencias, aporte a la cultura ecuatoriana y su libro Toda una vida. Es la antesala del espectáculo que ofrece esta noche, de forma gratuita.

Además de ser el título de su libro, usted lleva Toda una vida cantando a la gente...
Sí, es un juego, es ‘toda una vida’ artística. El libro incluye un disco, en el que hay obras de concierto, pero sobre todo hay recopilaciones de presentaciones que he tenido en diferentes países.

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¿Qué siente al cumplir 45 años de carrera?
Uno, la verdad, llega como lo quiera la vida. No te das ni cuenta de las cosas en que se ha estado trabajando, cantando, siempre haciendo algo especial cada año. Si yo no me había dado ni cuenta hasta hace unos días, cuando comencé a echar números. ¡Ah! Son 45 años de vida artística y yo tengo que festejarlos porque a los 50 nadie sabe si estaré cantando, estaré todavía en este mundo o no, ¿quién sabe?

Cumple ahora 45 años de carrera, pero usted canta desde su infancia.
Yo era cantante del jardín de infantes, siempre trataba de hacer presentaciones públicas y mis espectadores eran los inquilinos de la casa de Clemente Ballén (y Boyacá). Me decían: ve, va a cantar la niña chavalilla, que es porque mis abuelos eran españoles y para ellos yo era su chavala. Entonces me hacían un tablado, cantaba, me aplaudían y yo salía feliz.

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¿Ha tenido pánico escénico?
Sí. Todos los artistas lo tienen en algún momento. Siempre está la preocupación, que falle la voz. Tuve el gran susto antes de mi debut con el personaje de Lucía (en la obra Lammermoor, de Gaetano Donizetti), porque es tan importante el personaje... En las noches pensaba en el día del estreno y me despertaba con taquicardias, pero fue esta presentación uno de mis más grandes triunfos.

Además del escénico, ¿cuál ha sido su mayor pánico?
Perder a mi familia. Mi madre murió y esto fue un gran dolor para mí, y estoy con mi hija y mis nietos y no quiero que les pase nada, porque eso sí me quebraría. Si las circunstancias me obligan a dejar de cantar me afectaría, pero no hubiera sido tanta desesperación como sí lo fuera por mi familia.

¿Qué sintió cuando supo que su hija, Beatriz Gil, quería ser cantante?
Yo sabía que iba a ser cantante porque desde chiquita cantaba, le gustaba actuar; si veía un violinista, inmediatamente quería ser violinista. O sea, ella iba a ser así, yo lo sabía. Ella se graduó como soprano también, es una gran artista, con una gran sensibilidad.

No se puede dejar a un lado su relación con el padre de su única hija, el fallecido director coral Enrique Gil...
Claro, él fue mi esposo. La única vez que me casé fue con él, no quise volverme a casar porque sufrí mucho con la separación, y seguir luchando por ser la artista que quería ser, es difícil compaginar la profesión con esto, porque uno tiene que viajar mucho.

También se ha dedicado a cumplir una labor social con la Fundación Beatriz Parra.
Estoy feliz con la fundación, tenemos años de trabajo, hemos presentado cada año una obra muy bien hecha. En el 2004 fue la primera, con la ópera infantil Canción de Navidad, con texto de (José) Martínez Queirolo; luego, Serva padrona, Elíxir de amor, La del Soto del Parral, La del manojo de rosas. Este año haremos la opereta Katiuska.

Y como fundación ustedes becan a los mejores alumnos, ¿de dónde salen los fondos?
Mis hombros, mis hombros en una fundación ‘pobrísima’. Lo que tenemos ahorita es lo justo para trabajar la zarzuela, nada más, y yo necesito ayuda porque queremos crecer, que los jóvenes también reciban algo, aparte de sus conocimientos, que es gratuito, que tengan por lo menos para los pasajes. Un fondito para darles mensualmente.

Se involucró también en la política, en el gobierno de León Febres-Cordero.
Mi incursión en la política fue casual. Estaba en una ópera en Colombia y ahí el presidente (Belisario) Betancur, asiduo asistente a las óperas, me dijo: “Beatriz, me voy a su país y quiero que sea parte de mi delegación para la posesión de León Febres-Cordero”. Asistí y me vi con toda la gente conocida de Guayaquil, y me preguntaban que qué hacía ahí y yo les decía: “Perdón, estoy como parte de la delegación del presidente de Colombia” (ríe). Semanas después me llamaron del Ministerio de Educación y me dijeron que los acompañara como subsecretaria de Cultura. Estuve los cuatro años.

¿Volvería a hacer política?
No sé, ya he estado tres veces en el Viceministerio de Cultura y la verdad no sabría decir. Para qué decir nunca he de beber de esta agua... Pero estoy con otros proyectos.

Apuntes
El recital se inicia a las 19:30. El ingreso es gratuito, pero habrá un cupo limitado para el público que no cuente con invitación.

Durante la velada se estará vendiendo el libro Toda una vida, que costará $ 15.