Usted decía que el mercado de la literatura infantil se ha expandido bastante en el Ecuador. ¿A qué se debe esa especie de boom?

La gente empezó a valorar mucho más lo que se hace aquí, busca a autores ecuatorianos, está pendiente de cuál es el nuevo libro de los escritores y también aparecen nuevos autores e ilustradores y la gente aprecia ese trabajo. Si la gente no adquiere esos libros, el mercado simplemente no funciona, pero por suerte la gente sí le da valor a esos proyectos y eso hace que siga creciendo y parezca que hay este boom. Desde unos años hasta acá no ha bajado, se mantiene y hasta crece. Se publican cada vez más libros, eso está muy bien.

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Ha empezado a escribir sus propios libros. ¿Cuándo surgió esa necesidad ya no solo de ilustrar y de contar historias a través de imágenes, sino también de escribirlas?

Hace cuatro años me pasó eso. Sentí esa necesidad y es algo en lo que estoy muy interesado. Yo quiero ahora seguir publicando mis libros. Tuve la suerte de publicar dos con Alfaguara hace un par de años, y ya tengo un par de libros terminados y estoy viendo con quién editarlos.

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Si uno ya llega a un punto y sabe que eso es a la fija, que es una especie de logro y uno se siente cómodo en ese punto, todo empieza a volverse monótono y aburrido y en ese momento hay que reinventarse un poco. Eso ha sido para mí intentar escribir mis propias historias.

No me considero escritor para nada todavía, porque ese es un terreno muy amplio y extenso, pero estoy intentando, haciendo bocetos, sacando ideas que tengo en la cabeza, y mi intención es esa, seguir publicando mis propios libros. No es que quiero dejar de ilustrar obras de otros autores, porque eso me encanta también.

Intuyo que ha sido también una desembocadura a una trayectoria de lectura.

Exacto, es algo que no lo forcé para nada. Llegó un momento que por ahí tenía una historia en la cabeza, me puse a bocetear y apareció, y luego fue apareciendo otra, pero es algo que yo no lo apresuro. No quiero que salga cualquier libro. Si entre un libro y el otro tienen que pasar dos o tres años, no hay problema. Voy a esperar hasta madurar bien la idea que tengo y que salga como yo quiero que salga.

¿Cuáles son sus lecturas? ¿Cuál ha sido el camino?

Cuando era adolescente no era buen lector. Cuando era niño me gustaba el cómic y recuerdo haber leído Tom Swayer y Viaje al centro de la tierra. En el colegio dejé de lado eso, hasta que llegué a la universidad y me adentré, sobre todo, en autores latinoamericanos. Empecé a investigar a Sábato, Vargas Llosa, García Márquez y la verdad me encantó, y eso me llevó a descubrir otros autores, buscar siempre narrativa. No me gustan los libros de autoayuda.

¿Cuál es su concepción de la literatura infantil?

Hasta hace un tiempo la veía justamente como infantil, pero ahora veo que los libros para niños no son solo para niños sino para un público amplio, esa literatura infantil es accesible a toda la gente, aunque hay excepciones, libros que están identificados claramente para primeros lectores.

Ahora hay varios nombres de la ilustración, pero hace años, cuando usted comenzó, ¿cómo era el panorama en este campo en el Ecuador, quiénes eran sus referentes?

Cuando yo empecé estaba Eulalia Cornejo y para mí Eulalia era un referente. Había otro ilustrador, Santiago González. Digamos que ellos dos marcaron el camino de la ilustración infantil en el país y junto a ellos salimos un montón de nuevos ilustradores que ya no somos tan nuevos, como Marco Chamorro, Wladimir Trejo, cuyos trabajos me gustan mucho. Pero cuando yo empecé estaba todo en pañales y hasta ahora sigue siendo un proceso de continuo aprendizaje. La ilustración ecuatoriana hacia afuera no es muy reconocida, recién hay algunos nombres que están empezando a publicarse en otras partes. Pero no hay un ilustrador que tenga un nombre muy amplio afuera.

¿Y de qué depende que no sean conocidos fuera?

En otras partes del mundo hay agentes que se encargan de promover la carrera de un ilustrador. Aquí uno para hacerse de un nombre tiene que moverse uno mismo. Yo lo que hago es mandar carpetas afuera, contactar con editoriales, para que empiecen a conocer mi trabajo. Es una labor bastante compleja y toca seguirla haciendo.