Era la década del sesenta, Eva Ayllón tenía 11 años y su sueño era ser parte del programa televisivo peruano El Tío Johnny. Participó en un concurso que convocaron para ello. Figuraba como una de las más talentosas, pero finalmente no fue escogida. ¿La razón? Era negra. Ella no encajaba en los cánones televisivos. Los niños seleccionados fueron blancos, de pelo rubio. Eva lloró mucho. Le dolió en el alma.

Han pasado más de cuarenta años y ese episodio lo lleva en su memoria, pero no con rencor, sino como una anécdota del racismo que, dice, ha sufrido y de las trabas que tuvo que superar para abrirse camino. Eva Ayllón es ahora una de las cantantes más reconocidas del Perú y del continente.

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La música afroperuana y los valses criollos han encumbrado a la cima del éxito a esta mujer nacida en Lima en 1956, en una familia de origen angoleño. Se enorgullece de ser negra, de llevar en la piel y en la memoria el dolor y el jolgorio de sus ancestros, que ella expresa a través de la música, con su voz privilegiada. Afirma que el racismo lo ha superado con esfuerzo y con mucha calidad. Y también con positivismo, porque está convencida, según refiere, de que la alegría debe vencer al dolor. “El racismo es una actitud equivocada”, reflexiona.

En sus recuerdos está siempre presente su viejita, como le llama con cariño a su abuela paterna, que también se llamaba Eva, y junto a quien vivió tras el temprano divorcio de sus padres. Fue ella quien la alentó para que cantara y aprendiera una infinidad de valses criollos y de canciones del folclore negro.

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La hermana menor de la artista colgaba una sábana blanca en el comedor y anunciaba: “Y con ustedes, la mejor cantante del mundo...”. Y la pequeña Eva salía con un palo, que era como la encarnación de un micrófono, y cantaba feliz, a toda voz. La abuela reía, aplaudía, era inmensamente dichosa en aquel instante, en el que la humilde casa se convertía en gran teatro. La artista sostiene que ese ha sido el mejor escenario de su vida y su mejor público.

María Angélica Ayllón Urbina, como es el nombre completo de la intérprete, ha cantado en lugares como el Carnegie Hall, de Nueva York, o en teatros de Europa, y ha reunido en una sola noche a más de 25.000 personas que la ovacionan; no obstante, aquilata en su corazón esas manos que la aplaudieron por primera vez y le infundieron seguridad.

En sus inicios viajó en burro y sus escenarios eran las plazuelas y los pequeños cines. Recorrió su país entero, al que dice conocer palmo a palmo y adorar. La abuela falleció en los setenta, cuando Eva empezaba su carrera, por ese motivo no la vio triunfar ni ser aplaudida por las masas. Cada éxito se lo dedica a ella. Recuerda que decidió trabajar desde pequeña como doméstica, lavando platos y barriendo en una casa cercana, para ayudar a su viejita. Su padre tuvo otros compromisos y muchos otros hijos. Tantos que Eva dice no conocer a varios de sus hermanos.

En su casa de Estados Unidos, país donde la artista reside desde el 2004 junto con su esposo, un peruano que es ciudadano norteamericano, y sus dos hijos, a veces cocina platos criollos, esos que aprendió desde siempre. Se define, a más de cantante, como una ama de casa que disfruta de realizar quehaceres del hogar, aunque reconoce que lo realmente suyo son el micrófono y el glamour. Lleva las uñas largas y pintadas de rojo. Cuenta que a sus hijos les encanta que ella les cocine.

Define a la música como una terapia. Sostiene que una canción alegra la vida. Ella oye todo tipo de música, desde Beethoven hasta Michael Jackson, desde los Beatles y Mercedes Sosa, hasta Marc Anthony y Gilberto Santa Rosa. Pero no le gusta escuchar su propia música, porque le recuerda las horas que ha pasado en los estudios.

Con sus canciones, pretende llevar alegría a los que la escuchan. Dice que no sabe hablar de política ni entiende de ella, pero cree que con su música la hace. “Yo transporto a las personas que están deprimidas, a las que creen que ya no hay nada más en la vida. Con una melodía hago que sepan que ellas son dueñas del mundo”, refiere esta artista, que entre los éxitos que canta prefiere Cuando llora mi guitarra y Muñeca rota. Este último porque, dice, guarda semejanza con su propia vida.

Con 40 años de carrera artística, que los está celebrando en estas fechas, 34 discos grabados y un sinnúmero de premios y reconocimientos, está convencida de que nació para cantar. En sus inicios interpretaba baladas y canciones de Los Iracundos y de otros grupos, pero fue su abuela la que la llevó a decidirse por el valse criollo y la música afroperuana.

El canto, sostiene, le ha dado muchas satisfacciones; una de ellas es llevarle esparcimiento a la gente de toda condición social, “entre tanto trajín emocional”. Se define básicamente como intérprete, no investigadora del folclore negro, como sí lo es su compatriota, la cantante Susana Baca, a quien dice admirar por su permanente trabajo. Eva graba las canciones que le gustan y con las que ve que sus hijos disfrutan. Cuenta que ellos son como su termómetro.

A ellos los invita con frecuencia a su cuartito de música, un rincón exclusivamente para ella que tiene en su casa, y ahí les cuenta sus proyectos y les canta sus canciones. Si se entusiasman o los ve que mueven los pies o las manos o llevan el ritmo con el cuerpo, esas canciones forman parte de sus discos. Ellos, como su madre, se han inclinado por la música: Carlos, el mayor, de 25 años, es percusionista y en el último disco de Eva colaboró con los coros; el menor, Francisco, es músico clásico y tiene 21 años.

Aunque vive en Estados Unidos, Eva Ayllón, que ya es abuela, nunca se ha alejado realmente de su país. Al Perú vuelve con frecuencia a ofrecer conciertos y está al tanto de lo que sucede allá. Señala que le hubiera gustado que ahora a la presidencia llegue gente nueva, pero son los mismos de siempre, manifiesta. “Ojalá que el país escoja, entre lo peor, lo mejor”, sostiene.

A Ecuador, país que visita desde el pasado miércoles hasta hoy, vino como invitada al encuentro titulado Mujeres transformadoras, que tenía previsto realizarse ayer en Guayaquil. Dice que no trajo nada elaborado. Su idea es narrar su experiencia. Cree que contar la historia de su vida es como un motor que da fuerza a otras mujeres, quienes a veces piensan que su existencia está estancada. “Las mujeres somos poderosas. Damos vida, traemos gente al mundo y guiamos”.

Datos

Álbum. A lo largo de su trayectoria musical, la cantante afroperuana ha grabado 34 discos. La más reciente producción se titula Eva Ayllón celebra 40 años enamorada de Perú.

Gira: Hoy Eva Ayllón retornará a Estados Unidos y en junio próximo iniciará una gira por Europa con el grupo chileno Inti-Illimani Histórico.

Público: Cuenta que le gusta mantener contacto virtual con su público. En las noches responde cada uno de los correos que le envían o los mensajes a través de Facebook y Twitter.