Durante siglos, la escritura cursiva ha sido un arte. Para un creciente número de jóvenes es un misterio. Las letras sinuosas del alfabeto cursivo, arremolinadas en incontables cartas de amor, talones de tarjetas de crédito y pancartas encima de los pizarrones de las escuelas primarias siguen el camino de la pluma de ave y el tintero.