Personajes que buscan un Norte. O desnortados. Así se encuentran los protagonistas de la última novela de Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967): Jesús, un asesino en serie mexicano; Martín, un pintor que acaba sus días en un psiquiátrico; y Michelle, una joven camarera estudiante de Literatura que termina seducida por el mundo del cómic.

Ese Norte, como se titula esta obra, es un horizonte en el que se cruzan historias con el desarraigo como seña de identidad. Donde se crea, se sueña y se tropieza con la hostilidad, la marginación o el fracaso. De ese Norte habla con EL UNIVERSO el autor boliviano, profesor de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), premio Erich Guttentag (1992), por la novela Días de papel, y el Juan Rulfo (1997), por su obra Dochera.

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¿Qué le empujó a escribir esta, según sus propias palabras, “encarnación tan visceral de la problemática de la inmigración”?
Desde hace cuatro años he visto cómo el tema de la inmigración se ha convertido en noticia de primera página en Estados Unidos, por lo que está sucediendo en estados como el de Arizona. Me pareció interesante abordarlo como alguien que lleva dos décadas afincado en ese país.

¿Hay pasajes de su historia personal como migrante que ha querido reflejar en el libro?
El hecho de estar con un pie en dos mundos, el de Bolivia y el de EE.UU., hace que me identifique con Michelle, uno de los personajes. Cuando vuelvo a mi país siento que lo hago con una mirada de extranjero y cuando regreso a EE.UU. tengo la mirada de alguien que no conecta con esa sociedad.

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Su idea inicial consistía en cruzar siete historias, ¿por qué se redujeron a tres?
La primera versión de la novela era más sociológica que literaria. Quería hablar de la inmigración y mostrar un abanico de personas que llegaron a EE.UU. con visa de estudiante, de turista o consular, que cruzaron la frontera ilegalmente, quería retratar gente en Miami o Nueva York, pero eran historias muy dispersas. Dejé esa versión panorámica y aposté por tres historias y media, incluida la de un policía, que conectaban con el tema de la frontera.

¿Qué frontera es la que quiere mostrar?
Está la frontera geográfica, pero hay una frontera interna constante en los personajes. Tanto Martín como Jesús están al borde de la locura. Esto le permite al primero ligar su discurso apocalíptico a esa idea de que es un ángel vengador. Es un abismo muy oscuro sobre la condición humana. En el caso del segundo, se aprecia la conexión del arte con la locura y cómo la creación individual le puede salvar o redimir en el momento en que se encuentra en un territorio hostil y solo.

¿Cómo vive esa sensación de ansiedad que parece atormentar tanto a la sociedad estadounidense por la presencia de inmigrantes?
Antes la emigración hispana estaba restringida a ciudades grandes, pero en los últimos años se ha expandido a todo el país. Pequeñas comunidades que eran muy cerradas se han visto obligadas a confrontar el tema de la inmigración y es en esos sitios donde existe mucho desconocimiento y prejuicios sobre una población que llega con una cultura distinta y que quiere mantener su idioma y sus tradiciones. Hay mucha desconfianza a la forma como será esa integración.

¿A qué le teme el norteamericano?
Está acostumbrado a que el resto hable su lengua y asumo que desconfían de aquel que quiere seguir hablando español. Hay esa sensación de que los latinos están aprovechándose de su trabajo. Hay desconfianza por una cultura que no quiere asimilarse.

¿Cree que el inmigrante está divorciado con la sociedad de acogida?
Hay algunos que se integran más que otros, pero creo que la inmigración se vive como una falta, como una ausencia. Se pueden encontrar trabajos decentes, pero si la red social no es fuerte, las personas no terminan de arraigarse y viven en un perpetuo extrañar de su tierra.

¿No resulta peligroso vincular la violencia (encarnada en el personaje de Jesús) a la inmigración, como ocurre en Norte?
La novela matiza eso. En la historia hay un policía que escucha un programa en la cadena Fox y aprovecha el caso de este asesino en serie para demonizar a la comunidad. Yo no quiero trabajar con esos arquetipos, sino con personajes individuales. Jesús es una anomalía, tenía esas pulsiones, esa psicopatía, pero me fascina como personaje y quiero creer que está claro que él es una excepción a la regla, es un personaje y no alguien que sirve de referente de un conglomerado. Obviamente, esa posibilidad de lectura existe o es posible que alguien se moleste por la presentación de un inmigrante violento. La inmigración es, sin embargo, un abanico de opciones: hay gente muy creativa que está aportando mucho a la sociedad y otra con pulsiones destructivas, mucha rabia y rencor.

Hay un trabajo de inmersión en Ciudad Juárez, ¿cómo fue la experiencia?
Sentí que era una ciudad necesaria para ambientar la novela. Me sirvió mucho la obra de Bolaño, 2666, porque convierte a esta ciudad en un símbolo del horror contemporáneo.

¿Qué pueden descubrir los lectores en Norte que les haga mirar el mundo de otra manera?
Que el tema de la inmigración no se puede generalizar, es muy diverso. Hay personas como Jesús que destruyen, otras como Martín que crean y otras como Michelle que están a medio camino, quieren crear, tienen la vocación pero antes deben pelear con otros fantasmas. Es un retrato del desafío de vivir en otra ciudad o país.

Dentro de su producción literaria, ¿este drama psicológico dónde se inserta?
Mis dos últimos libros marcan otra etapa porque están ambientados en EE.UU. y son novelas de personajes. Hay drama. Me interesa, cada vez más, la indagación psicológica de los personajes y me interesa indagar en estados alterados de la conciencia o estados excesivos de conciencia.

Desde su óptica, ¿cómo ha evolucionado la nueva narrativa latinoamericana?
La generación de los más jóvenes tiene dos cosas que me interesan mucho: el trabajo de la intimidad y la subjetividad a través de historias mínimas y un compromiso con el estilo y la escritura.

¿Qué nuevas estructuras narrativas cree que se están viendo a propósito de las nuevas tecnologías?
Twitter en su brevedad ha hecho que ciertos géneros, un poco marginales, hayan cobrado más protagonismo, como el aforismo, o los microrrelatos en la onda Monterroso. El blog podría convertirse en un nuevo género literario que mezcle elementos de la crónica de viajes, de la de investigación, del fragmento de reflexión...