El coronel Muamar Gadafi, que el martes ordenó aplastar una rebelión popular, fue considerado durante mucho tiempo un paria de la comunidad internacional, que lo acusaba de apoyo al terrorismo, pero llegó a imponerse como un interlocutor ineludible de los países occidentales.

Gadafi nació, según su propia leyenda, en una tienda beduina en el desierto de Siria en 1942 en una familia de pastores de la tribu de los Kadhafa. Recibió una educación religiosa rigurosa y se enroló en el ejército en 1965.

Publicidad

El 1 de septiembre de 1969, a la edad de 27 años, lidera el golpe de Estado que depone, sin derramamiento de sangre, al viejo rey Idris.

En 1977, proclama la "Jamahiriya", que define como una "República de Masas" gobernada por medio de comités populares electos, y se atribuye el título único de "Guía de la Revolución".

Publicidad

Su estilo de vida, sus atuendos tradicionales, su manera caprichosa de ejercer el poder en este inmenso y rico país petrolero, poco poblado, resultan incongruentes e imprevisibles para los occidentales, y también para los árabes.

Con sahariana kaki, uniforme militar engalanado con dorados o con "gandura", la túnica de los beduinos, a Gadafi le gusta recibir en la tienda, en Syrta o en el patio de su residencia-cuartel de Bab el Azizia, en el centro de Trípoli.

Este seductor aprecia la compañía femenina y con frecuencia se presenta rodeado de mujeres con uniforme militar, sus "amazonas". Se alimenta de forma frugal, sobre todo con leche de camella.

Personaje teatral, suele distinguirse por actos y palabras que divierten a la gente, reparte afrentas entre los árabes y elabora teorías muy personales sobre la historia y los hombres.

En una cumbre árabe, en 1988, llevaba un guante blanco sólo en la mano derecha y explicaba que quería de ese modo evitar estrechar "manos manchadas de sangre".

Manifiesta una ferviente admiración por el presidente egipcio Gamal Abdel Naser, por su nacionalismo panárabe, y varias veces declaró su admiración por Mao, Stalin y Hitler.

Durante décadas, fue acusado de brindar apoyo a grupos terroristas y de usar los ingresos petroleros para financiar rebeliones en África y otros continentes.

En 1986, escapó a un bombardeo estadounidense en el que murieron uno de sus nueve hijos (entre ellos una hija adoptiva).

Se convierte en un paria internacional tras ser vinculado al atentado contra un avión norteamericano en el cielo de Lockerbie, Escocia (270 muertos en 1988).

Pero en 2003 acepta pagar indemnizaciones a las familias de las víctimas y anuncia que renuncia a todo tipo de vinculación con actividades terroristas y que desmantela todos sus programas secretos de armas de destrucción masiva.

Esos gestos le permiten reconciliarse con Occidente. Es recibido con alfombra roja en París en 2007 y en Roma en 2010. En septiembre de 2008, recibe a la secretaria estadounidense de Estado, Condoleezza Rice.

En febrero de 2009, es elegido presidente de la Unión Africana.

Gracias a su petróleo, el año pasado consigue saldar su pasado con Italia y obtener disculpas e indemnizaciones de Roma por el periodo colonial.

Más recientemente, doblega a Suiza, que le pide disculpas un año después por la detención de su hijo Hannibal en Ginebra por violencias con domésticos. El mismo día recibe triunfalmente a Abdelbaset al Megrahi, el libio condenado por el atentado de Lockerbie liberado por Escocia, para gran enfado de Washington y Londres.