Pedro X.Valverde Rivera
Un embudo es un utensilio bien interesante: tiene un lado flaco y uno gordo. Por el lado ancho pasan los líquidos con facilidad y rapidez; por el flaco, todo rueda despacito. ¡En el embudo y en la vida es bien difícil circular por el lado angosto!
Fíjese usted lo que es la ley del embudo en la vida de este país.
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De acuerdo con la pregunta 3 del proyecto de reforma constitucional que mediante consulta popular el Gobierno pretende aprobar, mientras unos pueden ser banqueros, periodistas, inversionistas, azucareros, petroleros, venden carros y dirigen canales de televisión, a los otros no los van a dejar hacer nada que no sea una actividad comercial. Si usted decidió (o su familia decidió por usted) ser banquero o periodista… ¡ahí quédese! Solo si usted es gobierno, la cosa cambia. Si es gobierno puede hacer todo; tener todas las actividades juntas y revueltas; y, encima, dirigir los destinos del país. Todo al mismo tiempo, todo con los mismos personajes.
Si la consulta prospera, los banqueros y dueños de medios de comunicación no podrán intervenir en nada que no sea bancos y medios de comunicación. O sea, la esposa del banquero no podrá tener su boutique para vender ropa; ni la del dueño del canal, poner un gabinete de belleza para engalanar a sus amigas.
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Pero el funcionario público sí puede determinar las políticas comunicacionales de un diario (financiado con nuestra plata) y al mismo tiempo manejar (no uno sino varios) bancos; dar ruedas de prensa; detener dirigentes indígenas rebeldes, cobrarle a los “corruptos”; desalojar a los invasores; explorar pozos petroleros; vender azúcar; negociar carros; regular el tránsito… y todo lo que se le ocurra.
Parece ser que en este país donde lo increíble se hace realidad, las prohibiciones y limitaciones son solo para esa especie denominada “ciudadanos”, en la que no entran los señores funcionarios del régimen ni sus asesores, que están cubiertos por una maravillosa capa de poder y situados en el lado ancho del famoso embudo.
Estas cosas pasan como diría el vulgo “de agache”, entre otras cosas, porque supuestamente los banqueros y los periodistas “le caen mal a todo el mundo”, entonces ¡nadie sale a defender los derechos de los antipáticos! Pero ¿ha pensado usted lo que significa que se intente santificar un atropello a las libertades individuales utilizando el voto popular? ¿Ha calculado usted lo grave que es limitar las actividades de aquellos que generan trabajo en el país? ¿Y encima lo terrible que resulta hacer todo esto y además… no predicar con el ejemplo?
Puede ser que más tarde se les ocurra decirnos con quién contraer matrimonio, qué comprar para decorar la casa o con quién relacionarnos en nuestra vida social. Ya nada es de extrañarse cuando el respeto a las libertades no vale nada.
Este tema va más allá de si defendemos o no a los banqueros o dueños de medios. Son nuestros derechos ciudadanos los que están en juego, es nuestra libertad la que se quiere limitar, utilizando como pretexto la voluntad del pueblo. Un pueblo que, como ya hemos dicho en varias ocasiones anteriores, está mal alimentado, mal educado y mal informado porque la plata que le pertenece se gasta en negocios que no deberían ser del Gobierno y en cosas que no representan nada en el futuro y progreso del país.