Eran las 21:15 en el Centro de Convenciones de Guayaquil y el auditorio del Salón de los Presidentes lucía casi lleno. El público esperaba a dos grandes figuras del piano: el argentino Raúl di Blasio y el francés Richard Clayderman. La voz de un presentador dio paso a la intérprete ecuatoriana María Lorena Forero.

Una rosa roja adornaba el micrófono de la cantante y el color lila de su vestido se fusionaba en armonía con el escenario.

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Forero se dejó escuchar en español, italiano, portugués e inglés. Brilló. Los aplausos no se hicieron esperar cuando interpretó I’ve Got You Under My Skin, de Frank Sinatra. “Ahora nos vamos a ir a otro país”, anunció María Lorena para dar paso al ritmo de las tres garotas que aparecieron en el escenario, entonces cantó, en portugués, Brasil.

“Pero estamos en Ecuador”, dijo Forero cuando empezó a interpretar Guayaquileño madera de guerrero, tema que fue aplaudido y coreado por el público, que con la misma aceptación escuchó Esta es mi tierra linda. Después de una ovación, la cantante dejó el escenario.

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Luego de un receso de 20 minutos, la voz del presentador nuevamente se hizo escuchar, esta vez para dar la bienvenida a Richard Clayderman. Diez músicos de cuerda acompañaron el piano del francés, que vistió de azul. El pianista saludó al auditorio y confesó: “Hablar español es una calamidad”. Su aparición en el escenario ocurrió a las 21:56.

Murmures dio armonía al Salón de los Presidentes y Balada para Adelina hizo que el auditorio retumbara en aplausos. Clayderman se acercó al micrófono y se dirigió a los asistentes en su idioma, luego expresó un bien pronunciado “muchas gracias, señores”, que arrancó risas. Se sentó de nuevo y entonó Para Elisa, de Beethoven.

El sonido de un insecto ‘interrumpió’ al francés cuando ya tenía media hora en el escenario, hizo piruetas hasta que ‘lo cazó’, entre las risas de los asistentes, que captaban cada movimiento del músico.

Richard Clayderman se entregó al piano con todos los sentidos, su concentración dejó al descubierto su profesionalismo. Tocó con energía. Su escaso español no fue impedimento para conectarse con el público, pues mediante señas lo invitó a acompañarlo con las palmas.

Dedicó un espacio a Stevie Wonder. Las voces del público acompañaron el piano en I Just Called To Say I Love You. Mientras, en una pantalla gigante se observaban imágenes de Wonder. En el minitributo también sonó Superstition, que inquietó las palmas del auditorio. Luego se ofreció otro receso, para traer de regreso a Clayderman, pero esta vez con Raúl di Blasio. Eran las 23:25.

Dos leyendas del piano frente a frente. Otra vez Balada para Adelina se escuchó. Trabajada, con gotas de Di Blasio en cada nota. Pero el tiempo de ambos en el escenario no duró mucho. El argentino se adueñó del concierto mientras Clayderman era despedido con los aplausos de un auditorio en pie. Con el humor que lo caracteriza, Di Blasio advirtió: “Después de las doce no acostumbro a tocar piano”.

Al pianista argentino se lo observó viviendo el piano, disfrutó cada nota. A veces su expresión denotaba picardía en su rostro. Su energía hizo que surgiera su talento con más fuerza en Corazón de niño, y emocionó al público con Penélope. Después de varios temas se dirigió al auditorio: “Estoy feliz de estar con ustedes”.