Desde tiempos inmemoriales, las leyendas han mencionado de distintas formas a los monstruos. Pero solo desde que la escritora Mary Shelley, en el siglo XIX, le dio forma humana con su obra maestra, Frankenstein o el moderno Prometeo, la sociedad logró otorgarle un aspecto concreto. Esa visión se la debe a la autora inglesa. Este 1 de febrero se cumplirán 160 años de su desaparición física (1790-1851).

Mary Shelley, la pionera del género de ciencia ficción, fue la creadora del monstruo moderno que nació en los albores de la Revolución Industrial y lo introdujo en el mundo de la literatura y en las mentes de generaciones de lectores. Influyó, asimismo, de manera decisiva en creadores, no solo de las letras sino del cine y de las artes plásticas. Su libro ha sido llevado a la pantalla grande.

Recordada sobre todo por su primera obra, Shelley (apellido adoptado al casarse con el poeta Percy Shelley) escribió cuentos, ensayos y biografías. Personaje adelantado a su tiempo, fue vanguardista e irreverente en una época en que las mujeres no gozaban de oportunidades. Esa actitud le venía por vena familiar. Su padre, William Godwin, era un escritor y político precursor del anarquismo, y su madre, Mary Wollstonecraft, una fervorosa feminista.

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“Mary Shelley fue una feminista en un tiempo en que había que derribar verdaderos muros para serlo, y eso es muy meritorio”, dice sobre la autora británica el escritor ecuatoriano Édgar Allan García, quien ha experimentado con lo fantástico en su narrativa.

Con él coincide el narrador ecuatoriano de ciencia ficción Santiago Páez. Anota que Shelley rompió los esquemas de su tiempo a través de la literatura. “Creó una historia que se levanta sobre un hecho científico llevado hasta un extremo de imaginación deslumbrante”, dice.

Shelley se independizó desde temprana edad del modelo social de sus padres. Se dedicó solo a la literatura. Siendo amante de Percy Shelley, se reunieron en casa del poeta Lord Byron en Suiza, en 1816, para pasar una temporada de descanso. En una charla decidieron, a manera de juego, redactar un cuento de terror. Producto de esa apuesta nacieron los dos monstruos cimeros de la literatura fantástica o gótica, y a través de los que se establecieron los pilares de este género literario: el monstruo de Frankenstein, de Shelley, y el vampiro, de John Polidory, asistente de Byron.

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La propia Mary Shelley reveló, alguna vez, los entresijos de su tenebrosa creación: “Me dediqué a pensar en un cuento, un cuento que pudiese rivalizar con los que nos habían impulsado a esa tarea: un cuento que hablara de los misteriosos terrores de nuestra naturaleza y despertase miedos estremecedores, que dejase al lector con temor de mirar a su alrededor, que paralizase la sangre y acelerara los latidos del corazón. Si no conseguía esos resultados, mi cuento de fantasmas sería indigno de su nombre”.

“Shelly fue una mujer que incursionó en el poco transitado género de la ciencia ficción con El moderno Prometeo y con el Último hombre, que presentan situaciones relacionadas con la irreflexibilidad humana y lo cruel que pueden llegar a ser los actos irresponsables de ciertos creadores. Me parece una mujer en extremo inteligente y adelantada a su tiempo”, destaca la guayaquileña Solange Rodríguez, cuya literatura también apunta al género gótico.

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“El gótico es un género que concilió la dualidad humana bestia-individuo. El gótico liberó al monstruo de la culpa y lo mostró como un habitante más que podía caminar sobre la tierra”, opina Rodríguez, quien califica a Shelley como una escritora “extraordinaria para un tiempo muy conservador”.

La novela de Shelley se centra en los deseos del doctor Víctor Frankenstein, quien en su afán de crear un nuevo ser mediante cadáveres, se va en contra de las leyes de la naturaleza y sufre las consecuencias de su locura, una obra moderna con tintes clásicos que rompió esquemas en el naciente género de terror. La autora se nutre de los avances técnicos de la época, la experimentación con la electricidad y los estudios avanzados de anatomía, para dar toques de realismo a su obra. Es una reflexión sobre los interrogantes que atenazan la existencia del hombre. La obra trata sobre la rebelión de la persona de ciencia frente a su destino final.

Quizás la figura de Frankenstein es una especie de alegoría de la Inglaterra imperial que nacía poderosa luego de vencer a Napoleón y extender su dominio colonial por el mundo. La obra fue escrita en 1816 y publicada dos años después en apogeo del dominio. El libro se ha convertido en clásico y ha marcado pautas. “El gótico introdujo el necesario contrapunto con la oscuridad, con el monstruo interior, exterior, con el miedo que palpitaba en las leyendas de su tiempo; no ha terminado y sigue vigente en las nuevas novelas de vampiros, hombres lobo y monstruos de toda naturaleza”, sostiene García.

Shelley también legó una obra futurista de tinte apocalíptico titulada El último hombre vivo, publicada en 1826 y en la que una peste desconocida destruye a la humanidad. Con sus obras de ficción expuso las taras o cosas desagradables de las sociedades industrializadas y de los sistemas políticos.

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Apuntes

Cine. Frankenstein no fue el científico loco o desquiciado, cliché en el cine, que poco ha tomado de la obra original. En la novela de Shelley, se lo concibió como un hombre de ciencia, heredero del Siglo de las Luces, que todo lo analizaba bajo los dictámenes de la ciencia.

Influencias. Elementos como la aparición del científico que rompe las reglas de la ciencia están presentes en autores como Robert Louis Stevenson, Isaac Asimov, Phillip K. Dick, H.P. Lovecraft, Gustav Meyrink, entre otros.