'Glee', una escapatoria ante el pesimismo de la crisis

En un colegio de Harlingen, Texas, un grupo de adolescentes que canta, baila y toca instrumentos musicales, compone un nuevo coro llamado Broadway Bound. Es uno de los primeros coros de preparatoria que han surgido en el sureste de dicho estado de Estados Unidos y sus miembros están decididos a actuar en una competencia nacional. ¿Suena familiar? Sí, es el efecto del fenómeno Glee.El dato no es nuevo tampoco, ya en la década de los treinta, durante la Gran Depresión, el género musical cobró espacios gracias a la inserción cinematográfica (cine sonoro). Solo en 1930 se produjeron más de 70 películas made in Hollywood con influencia de musicales. El tema parecía ser una propuesta de evasión para el público hastiado de los problemas monetarios cotidianos.Ochenta años después la historia parece repetirse. En el 2008, EE.UU. enfrentó una crisis financiera que colapsó su economía. Los musicales volvieron al ataque en versión televisiva: High School Musical, Camp Rock, Hanna Montana, Jonas Brothers y, por supuesto, Glee.En Ecuador, casos como el de la preparatoria Harlingen empiezan a escucharse, aun en las esferas de las conversaciones familiares y en la preocupación de directores y rectores ante los requerimientos de los estudiantes. Cantar vuelve a estar de moda.El efecto Glee redefine el concepto de vestuario, escenario, canto, baile y actuación. Pero por sobre todas las cosas replantea el concepto de loser, desde sus afiches hasta su estructura como producción televisiva. El loser (perdedor) encuentra un sitio al cual pertenecer. Un sondeo realizado por Harris Interactive, en septiembre del 2009, descubrió que los programas con temas musicales, como Glee y Camp Rock 2 de Disney Channel, crearon un nuevo interés en torno a los programas musicales de las escuelas con los estudiantes de entre 8 y 18 años de edad. El estudio de 1.800 estudiantes estadounidenses descubrió que el 31% más (a razón del 2008) quiso participar en actividades musicales de la escuela.A principios del 2010, un sondeo realizado por la Asociación Nacional de Educación Musical, publicado por The Boston Globe, descubrió que el 43% de los instructores de coro acreditaba al programa Glee por el aumento del interés de los alumnos en realizar la audición para los grupos musicales.Desde que Glee llegó a la pantalla, en mayo del 2009, el programa ha sido muy exitoso. Actualmente se encuentra en la posición 25 entre los espacios mejor calificados del horario estelar de esta temporada, con 12,7 millones de televidentes en promedio, según la compañía Nielsen. Otros programas también han inspirado el entusiasmo en torno a la música en las preparatorias, como la sensación reality de Fox, American Idol, pero Glee tiene otros puntos que analizarse.Hace un par de meses pedí a mis alumnos de comunicación señalar en una encuesta el programa televisivo de su preferencia: el 87% de ellos señaló a Glee como la primera opción. El que seamos un reflejo de nuestros consumos no es gratuito. Los símbolos de la ‘L’, los diálogos, los nombres de los personajes, las letras y los nombres de canciones de una generación de entre cuatro y cinco décadas anteriores a los estudiantes universitarios ecuatorianos actuales son parte ya de sus referentes, a la hora de proponer ejemplos de análisis en situaciones de consumo masivo.Junto a todo esto, Glee juega con un escenario macro de hormonas adolescentes desatadas, sexualidad, prejuicios, miedos y complejos, pero quizás lo más destacable sea la autoridad que está ganando para hacernos hablar de búsqueda y definición de la propia identidad, junto al decorado de la exclusión versus la aceptación social. La pertenencia a un grupo es más que un capricho una necesidad.Glee se encumbra en este panorama como la mejor propuesta para observar y observarse. Aunque haya voces disidentes (entre las que me incluyo), que se anuncian desde el cultismo que promueve lo inadmisible e inaudito de bailar The Doors, Glee es una experiencia que ha construido más de lo que ha debido destruir a su paso.

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