Mosal’sk, Rusia. La carretera para entrar en la ciudad es un camino con baches, que pasa por aldeas de cabañas de troncos y campos sin explotar que hablan de la pobreza que se ha apoderado de esta parte del centro de Rusia desde que cualquiera puede recordar.

Sin embargo, gansos andaban por un sendero lleno de charcos lodosos, donde un edificio de ladrillo almacena cajón tras cajón de la más preciada materia prima explotable: cabello, en gran parte rubio natural. Para la industria mundial de la belleza es un tesoro dorado.

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“Nadie más tiene esto, nadie en el mundo”, señaló Aleksei N. Kuznetsov, el propietario. “El cabello ruso es el mejor del mundo”. Los compradores, en su mayoría operadores rusos y ucranianos a pequeña escala que lo venden a procesadores como Kuznetsov, llegan a las regiones pobres como esta. Dinero en mano, pagan cantidades reducidas por mechones esquilados a mujeres que a menudo tienen pocas opciones económicas.

Hoy existe una demanda particularmente alta de cabello, buscado desde hace mucho para pelucas y peluquines, para extensiones en países más afluentes. El pelo oscuro de India y China es más abundante, pero se valora al rubio y al de tonos más claros por su relativa escasez y porque es más fácil teñir.

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El mayor mercado es Estados Unidos, donde decenas de miles de salones de belleza ofrecen extensiones de cabello. Las mujeres afro-estadounidenses las han usado desde hace mucho, pero la tendencia entre las que tienen cabello más claro se ha popularizado por el aval de celebridades como Jessica Simpson y Paris Hilton.

Great Lengths, una compañía italiana y principal proveedor de EU, estima que el mercado minorista estadounidense de extensiones es de 250 millones de dólares anuales, o cerca de 3% de todo el mercado de productos para el cuidado del cabello. El precio promedio de las extensiones es de 439 dólares, según un estudio de la publicación American Salon Magazine en el 2009, aunque su colocación puede costar varios miles de dólares en los salones elitistas.

El negocio de las extensiones también está creciendo en Europa. Se estima que las mujeres que acostumbran peinarse en salones de belleza en Moscú y San Petersburgo usan 20% del cabello ruso.

La cosecha rubia no necesariamente es nueva, ya que siguió un camino de desarrollo económico en décadas recientes que avanzó por Europa occidental en 1960 y 1970, atravesó Polonia en 1980 y entró en Ucrania y Rusia después de la dispersión de la Unión Soviética en 1991. Sin embargo, a medida que más mujeres de cabello claro en el mundo han subido la escalera económica, la búsqueda de rubias pobres dispuestas a deshacerse de sus mechones se ha vuelto aún más difícil.

“No cuesta trabajo entender por qué la gente en Ucrania vende el cabello cientos de veces más que la de Suecia”, dijo en entrevista telefónica David Elman, copropietario de Raw Virgin Hair Co., un importador basado en Kiev, Ucrania. “No lo hace por diversión. En general, solo las personas que tienen dificultades financieras temporales en regiones deprimidas venden cabello”.

Aquí, en Mosal’sk, una trenza de 41 centímetros de largo, lo más corto que considerará un comprador, alcanza cerca de 50 dólares.

Natalya N. Vinokurova, de 26 años, creció cerca, en Yujnov, una ciudad donde la mitad de los hogares carece de plomería interna y el salario mensual promedio es de cerca de 300 dólares. La poca agricultura comercial que hubo alguna vez se colapsó con la Unión Soviética. Sin embargo, ella cultivó algo con valor de mercado: cabello rubio rojizo que le llegaba hasta la cintura antes de venderlo. Belli Capelli, la empresa de Aleksei N. Kuznetsova que procesa cabello para hacer equipos de extensiones, es el negocio más grande en su tipo en Rusia, con ingresos anuales de cerca de 16 millones de dólares.

Sacudiendo el lodo de sus botas´ subió a una Land Rover para recorrer los edificios de esta ciudad y en una cercana, donde unas cuantas docenas de empleados lavan, tiñen y peinan cabello, y después lo clasifican por color y longitud. Se detuvo frente a una mesa de clasificación, en la que había extendidas unas 500 trenzas, para ensalzar la calidad de su producto. El mejor cabello, dijo, es el color miel, que cambia de tonalidad bajo la luz y es suave al tacto.

Es típico que a los clientes estadounidenses no les interese el origen de las extensiones, como no sea para preguntar si son higiénicas, notó Ron Landzaat, fundador de Hair Extensiones Guide, un organismo gremial en Santa Rosa, California, que explicó que se hierve el cabello para esterilizarlo. “Les preocupa su apariencia más que ninguna otra cosa”, señaló Landzaat por teléfono.

Conseguir el suministro adecuado es el mayor reto de la industria. Great Lengths, el proveedor italiano del mercado estadounidense, obtiene cabello que mujeres han donado en forma ritualista a templos indios, y dice que se puede teñir para casar con la mayoría de los tipos de cabello. Otros en el negocio, incluido Kuznetsov, dicen que el europeo es una mejor opción para mujeres con cabello claro, y así se cotiza.

Las ciudades fabriles rusas en los montes Urales, a unos 1.448 kilómetros al este de Mosal’sk, se convirtieron en un territorio tan disputado por los compradores de cabello que en el 2006 le dispararon a uno en una pelea con otro, lo que sugiere la participación del crimen organizado ruso, informó el periódico Kommersant.

Aunque Kuznetsov desconoce poseer rivales locales, tiene a un guardia de seguridad en la entrada a su bodega. Los cajones para leche, llenos de cabello de miles de mujeres, clasificado por categorías que incluyen “Ruso sureño” y “Dorado ruso”, podrían ser un blanco atractivo para dar un golpe.