Daniela Creamer<br />Crítica de cine.- "No puedes tener 500 millones de amigos sin ganarte algunos enemigos", predica la espléndida película La red social (The Social Network), dirigida por David Fincher, basada en el libro The Accidental Billionaires, de Ben Mezrich, que narra la historia de la creación de Facebook.Cinta rica en confabulaciones y traiciones, que puede recapitularse como el retrato de un nuevo Ciudadano Kane, bajo el aspecto del nerd exitoso en la informática: un inadaptado social que creó la más potente red social virtual del mundo.Es discutible cuánto tiene que ver realmente este personaje obsesivo y compulsivo con el verdadero Mark Zuckerberg, su creador, pero la construcción de la película resulta ingeniosa.A través de la génesis de Facebook, que arranca en el 2003, y de los conflictos legales en que se ve envuelto Zuckerberg (un estupendo Jesse Eisenberg), la historia retrata la fragmentación psicológica y emotiva de las jóvenes generaciones que están cambiando para siempre la naturaleza de los vínculos interpersonales debido precisamente en parte a estas redes sociales cibernéticas.La película captura nuestra atención desde la primera escena, con el fulminante parlamento entre Zuckerberg y su novia, en el que ella decide poner fin a su relación. Esto no solo es el detonante que lleva a nuestro personaje, despechado y vengador, a una reacción en cadena hasta crear Facebook, sino que establece el ritmo del resto del filme: rápido, sagaz y brillante.Zuckerberg se convierte en un antihéroe y símbolo de esta contradicción contemporánea, sin ser en ningún momento retórico en cuanto a la construcción narrativa. Mérito de esto es la inteligente pluma del guionista Aaron Sorkin. Fincher (Seven, Fight Club), por su parte, dirige una de sus mejores entregas, poniendo el encuadre al servicio de los actores.Aun siendo notablemente elegante en la fotografía y acertado en la edición, La red social jamás antepone la puesta en escena a la historia y sus personajes, denotando un impresionante equilibrio entre visión y narración.La cinta magistral de Fincher ha sido cotejada con el Cuarto poder de Orson Welles. Desde el punto de vista cinematográfico, los dos largometrajes no se asemejan para nada. Aunque, si bien Welles con Citizen Kane ha reescrito la estética del cine norteamericano y mundial, algunas similitudes entre ambos filmes son evidentes: la descomposición temporal de la historia, reconstruida con mucho arte sobre la evolución (o involución) del personaje principal, hasta regalarnos un retrato claroscuro de fascinante ambigüedad. Además, la reflexión profunda sobre el medio de comunicación en cuestión: como Welles nos mostró sin miedo el grave peligro del uso inapropiado de la prensa, también Fincher nos fomenta la duda, la sutil inquietud que acompaña el uso del internet como posibilidad o ilusión de vida social.