La Feria Internacional del Libro de Quito concluyó ayer, y entre sus actos más relevantes realizó, el martes pasado, un homenaje a la escritora ecuatoriana Alicia Yánez Cossío, considerada por muchos como la novelista más prolífica del país.

A sus 82 años, la autora recuerda con exactitud muchos pasajes de su vida y reflexiona sobre aspectos que no permiten que la lectura se convierta en un hábito generalizado entre los ecuatorianos.

Aunque considera que muchas cosas de su vida y su obra ya han sido dichas y repetidas en varias ocasiones, le gusta contar cada una de las anécdotas que hay detrás de su trabajo.

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¿Cómo recibe el homenaje a su trayectoria que le realizó la Feria del Libro?
Siempre los homenajes son importantes, pero los escritores necesitamos algo más, que no siempre pasa por lo económico. Creo que todas estas distinciones que ahora me hacen, me habrían llegado mejor hace veinte o treinta años.

¿En qué momento descubrió que lo suyo era escribir?
Yo nací discalcúlica (dificultad para entender las matemáticas) y terminé la primaria sin haber aprendido las operaciones básicas. Cuando era niña pensaban que tenía algún retraso mental y me agarré de la escritura para superar mi problema con los números.

¿Por qué usó un seudónimo masculino en su novela Bruna, soroche y los tíos?
Esta novela inicialmente fue enviada a la primera bienal de libro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, se llamaba La ciudad dormida, pero sé que nunca fue leída. Años después leí Cien años de soledad (Gabriel García Márquez), y entendí que mi novela no era tan mala. La reescribí y la mandé al Premio Ismael Pérez Pazmiño, de Diario EL UNIVERSO.

Esa novela llegó con el seudónimo El Pajar Pintado, en honor al libro de Jerzy Kosinski.

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En sus novelas, las mujeres son las protagonistas. ¿Este detalle es premeditado?
Al comienzo no, solo usaba personajes de ese género porque conozco más a la mujer y nunca me gustó la imagen de la ecuatoriana tan golpeada. En el fondo decía no todas las mujeres son así, si yo misma soy rebelde.

¿Qué la inspiró a escribir Yo vendo unos ojos negros?
Resulta que cuando yo gané el premio de EL UNIVERSO, recibí críticas muy duras de los autores masculinos que participaron en el concurso. Decían que había plagiado Cien años de soledad. Yo, ardida, decido escribir Yo vendo unos ojos negros, que tiene una trama feminista tremenda, aunque al final busco una tregua entre ambos sexos.

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¿Alguna de sus novelas tiene aspectos autobiográficos?
Siempre he tratado de que no. Pero debo confesar que la protagonista de El Cristo feo soy yo, bien disfrazada (risas).

¿Qué le gustaría escribir?
Es mejor que no me pregunten eso porque acabo de finalizar una novela que me costó seis largos años y estoy en plan de descanso. Pero si me preguntan eso, me pongo a pensar de inmediato y vuelvo a escribir.

¿Por qué el hábito de leer sigue siendo relativamente marginal en el Ecuador?
Hay varios factores, pero me voy a referir a uno en especial: el que se refiere al trabajo de ciertas editoriales que han maltratado a la obra, al autor, y, por lo tanto, al lector.

¿Por ejemplo?
Mi libro Bruna, soroche y los tíos es uno de los más leídos por colegiales. Pero la editorial que lo hace no guarda aireación entre los renglones, haciendo un texto muy denso. Los estudiantes, al ver algo así, terminan odiando al autor y, por lo tanto, a su obra.

¿Qué hace falta para corregir estos aspectos que, aunque parezcan de forma, influyen?
Necesitamos una ley que defienda al libro y su autor. Hay editoriales muy serias, pero también hay de las que maltratan las obras, que para un escritor son su vida. A pesar de esto, encuentro a muy pocos escritores en plan de pelear y defender sus derechos.

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Perfil
Alicia Yánez Cossío se ha desempeñado como poeta, narradora y periodista. Nació en Quito en 1929.

La escritora es considerada como una de las voces más destacadas de la literatura ecuatoriana contemporánea escrita por mujeres.

La producción literaria impresa de Yánez Cossío consta de tres volúmenes de versos, un libro de relatos futuristas, varios cuentos infantiles y siete narraciones extensas, entre ellas Bruna, soroche y los tíos, El beso y otras fricciones, Yo vendo unos ojos negros y La casa del sano placer.