Luis Caiza V.
ingeniero, Guayaquil.- Fue una verdadera vergüenza, hasta me faltan las palabras para describir lo vivido. Lo más bajo del ser humano afloró ese jueves, madres incitando a sus pequeños hijos a saquear, es lo que vimos; verdaderas olas humanas creando el caos con una falta de valores, principios y respeto.

¡Qué falta de profesionalismo, responsabilidad, de policías en permitirse paralizar sus labores y dejar en abandono total la ciudad, a merced de los delincuentes, ante los cuales muchos ciudadanos ya sucumbimos a diario; pero el 30 de septiembre fue indescriptible, tenían licencia para robar, saquear, agredir, golpear; tenían el control de la ciudad.

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Observé desde la empresa donde laboro que robaban como salvajes grupos de hasta siete delincuentes; tiraban piedras a los vehículos; desvalijaban a transeúntes, vehículos, camiones, buses. Vi en peligro mi integridad, al igual que muchos otros compañeros, cuando se acercó un grupo de delincuentes en moto, al cerramiento de la empresa y nos observó detenidamente imaginándose qué nos podían robar y cómo entrar a la empresa. Al igual que otros compañeros, salí en mi vehículo y fui impactado por una piedra en los vidrios laterales; pretendían asaltarme esos cobardes. Gracias a Dios, solo tuve pequeños cortes en el rostro, pero me quedé con la indignación hacia estos pelafustanes, y mucho más hacia quienes debían darnos seguridad y se encontraban protestando.

Luis Caiza V.,
ingeniero, Guayaquil