.- Pese a puñaladas y todo lo demás, Pedro Gil y su poesía están con vida. Tanto así que a sus 40 años, el escritor manabita presenta hoy, a las 19:00, en Barricaña (V. M. Rendón y 6 de Marzo), su antología 17 puñaladas no son nada, que recoge 21 años de ejercicio literario a través de 6 poemarios publicados y textos inéditos. \"Los poemas que él ha escrito a lo largo de su vida son capítulos de su misma vida, pero profundizada, filtrados por la reflexión, la ironía, la lectura incesante y la burla al equilibrio (que, en su caso, es una forma de parálisis). En ellos aparecen voces de delincuentes, drogadictos, hijos, padres y amantes que fallaron, lectores, bebedores, amigos y vecinos, cada uno con su herida y su puñal en alto\", expresa en la contraportada el escritor Fernando Itúrburu. Hemos conversado con Pedro Gil sobre su poesía y vida.¿Cómo era el Pedro Gil que empezó a escribir sus primeros textos y en estos años ha evolucionado su poesía? Como escritor era el típico jovencito timorato. Una especie de aprendiz a pugilista que no quiere salir con el rostro partido. Considero que sí ha habido evolución en mi poesía, porque tengo la convicción, desde mi inicio hasta hoy día, de que si mejoró mi poesía, mejoró mi vida. Esta antología es un sueño realizado. La portada la hice con Joselo Márquez, un amigo fotógrafo, en el sitio donde me hirieron. El comentario de contraportada lo escribió Fernando Itúrburu, un buen lector de poesía, un académico antitradicional en su conducta y para nada zalamero.La experiencia marginal se acentúa en sus poemarios Deliriums tremens, 1993, y Con unas arrugas en la sangre, 1997, alguna vez dijo que no buscaba ser un poeta maldito, ¿le pesa ese estigma? Me explico: soy hijo de una desventurada y de un padre que se sentó a beber y no se levantó hasta su muerte. Mis amigos de infancia: asesinos y ladrones temibles. Estoy conforme con la vida que he llevado. Sí me pesa el estigma de escritor maldito: mujeres que me abandonaron, amigos que me apuñalaron por la espalda. A veces, teniendo fama de ladrón, yo, Pedro Gil, he sido asaltado, apuñalado, abaleado, golpeado. Si hubiera sido maldito a estas alturas estuviera aplicando el código de los bajos fondos: mata para que te respeten. Me hice a mí mismo. No necesité de grupillos culturales, consto en varias antologías internacionales sin palancas y me han excluido de otras antologías a mucha honra.Por cierto, en Los poetas duros no lloran (2001) existe una interrogante: \"¿por qué no escribe un libro sobre la adicción?\". Por mi impotencia. Dos tipos de impotencia. La primera ante la adicción, no estoy seguro si saldré, no tengo poder sobre la adicción, muchas veces sin quererlo vuelvo a dar paseítos por el infierno. La otra es que no podría escribir un libro a la altura de Junkie, o El almuerzo desnudo, de William Burroughs, o El diario de un ladrón, de Jean Genet. Además, toda mi poética es autobiográfica y las drogas son parte de mi sangre, mis vivencias, mis encuentros y desencuentros.En sus últimos poemas del 2010 expresa: \"Ando en la escritura de lo desechable\", ¿es esa una poética? Sí. No es la escritura, es la re-escritura, sigo asistiendo a los bajos fondos, a los peores. Siempre hay algo peor que descubrir, así como siempre hay algo bello que nos asombra. En realidad no estaba en mis planes vivir tanto. Lo desechable no está en los bajos fondos, está en el mal profesor, aquel que seduce a su alumna, en el burócrata que vende influencias, en el médico que hace de la medicina un negocio... Para mí esos son los verdaderos desechables, porque los desechables entre comillas, lo que te roban es el celular, los otros se te llevan la esperanza de que podemos cambiar este mundo asqueroso.La antología finaliza con El Príncipe de los canallas. ¿Es la narrativa su nueva opción expresiva? Sí. Fernando Vallejo, Pedro Juan Gutiérrez, Bukowski, me enseñaron que sí se puede hablar, sentir y escribir lo que has vivido. En El Príncipe de los canallas narro mis vivencias en clínicas, en las que pasé momentos hermosos, pero vi canalladas como personas extorsionando a mujeres humildes que pagan con sus cuerpos los tratamientos de los hijos. La universidad me está pagando la escritura de ese libro de cuentos y una novela corta. Pero tengo polineuropatía alcohólica, he sufrido un infarto, tengo cirrosis. Mi organismo es una farmacia.
¿Espera vivir y morir en su ley, cómo redactaría su último verso y epitafio? He tenido guardaespaldas que me han vendido, sin embargo, Dios es mi guardaespaldas y no me cobra. Ya te lo dije hace algunos años, totalmente ebrio, con diez días de beber, que mi epitafio sería: \"Da pena morirse\". No he cambiado de idea. Para el último verso todavía no tengo la respuesta.","isAccessibleForFree":true}
17 puñaladas no son nada, de Pedro Gil, fue publicado por la Editorial Mar Abierto de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Foto: redaccion
Jorge Martillo Monserrate .- Pese a puñaladas y todo lo demás, Pedro Gil y su poesía están con vida. Tanto así que a sus 40 años, el escritor manabita presenta hoy, a las 19:00, en Barricaña (V. M. Rendón y 6 de Marzo), su antología 17 puñaladas no son nada, que recoge 21 años de ejercicio literario a través de 6 poemarios publicados y textos inéditos. "Los poemas que él ha escrito a lo largo de su vida son capítulos de su misma vida, pero profundizada, filtrados por la reflexión, la ironía, la lectura incesante y la burla al equilibrio (que, en su caso, es una forma de parálisis). En ellos aparecen voces de delincuentes, drogadictos, hijos, padres y amantes que fallaron, lectores, bebedores, amigos y vecinos, cada uno con su herida y su puñal en alto", expresa en la contraportada el escritor Fernando Itúrburu. Hemos conversado con Pedro Gil sobre su poesía y vida.