Tembloroso aún, con heridas en el cuerpo y sin poder resignarse por los daños, Manuel Nacipucha, de 46 años, limpiaba ayer con sus familiares y tres empleados los destrozos que le dejó el pasado jueves una turba enardecida, que intentó acabar por completo con su minimarket llamado Teresita de Jesús, ubicado en las calles 29 (Assad Bucaram) y la P, en el sur.
Con lágrimas y con la voz entrecortada relató lo que calificó como un suceso traumático para él y su familia, del que jamás pensó ser parte.
Publicidad
“A eso de las 14:30 escuchamos cómo una multitud atacó nuestra casa con armas, pistolas, palos, piedras, con todo. Abrieron las puertas enrollables del negocio, dañaron las vitrinas, se llevaron las cajas y sacaron todo, comida, licores, pañales. Fue horrible. Mis hijos, mi esposa, gritaban desesperados, se nos querían subir a la casa. No sabíamos cómo detenerlos, hasta que tuvimos que hacer disparos al aire y enfrentarnos a ellos. Era una guerra”, recordó angustiado Nacipucha.
Este comerciante, quien no atendió ayer al público, hizo colocar rejas con electricidad para protegerse de posibles actos vandálicos, ya que los ladrones no pudieron llevarse todo y temía que regresen, pues se lo advirtieron. Perdió unos $ 30.000, según sus cálculos iniciales, y como era un negocio familiar no tenía nada asegurado.
Publicidad
“Ahora no sé qué hacer. Alguien que me explique lo ocurrido. Esto es una irresponsabilidad de todos, de la Policía Nacional, del Gobierno y de la gente. No sé cómo voy a pagar las deudas. Esto ha sido el esfuerzo de toda mi vida y el de mi familia”, contó mientras pasaba las manos por su cara en señal de incredulidad e impotencia.
Con los disparos que efectuó los delincuentes abandonaron su local y saquearon una farmacia particular, que se encontraba diagonal a la tienda de Nacipucha. Ahí no dejaron nada.
En la Q y la 23, los empleados del almacén Tía entraron al sitio acongojados por el saqueo del jueves. Ahí, una de las cajeras (a las que por seguridad les prohibieron dar nombres y hablar) explicó que tuvieron que rezar en voz baja y entre susurros para sentir compañía divina y calmar los nervios.
“Nos hicieron subir y nos encerraron en las bodegas con pistolas en manos. Nos hicieron agachar la cabeza para que no los viéramos. Fue horrible. Disparaban por todos lados. La gente estaba como loca. Se llevaron todo, hasta la caja fuerte. Rompieron la pared y se la llevaron”, contó la joven.
Con la leyenda Servir y proteger, marcada en sus camionetas, tres unidades de la Policía Nacional con unos seis uniformados llegaron ayer a las 09:10 a este local para intentar detener a unos delincuentes que a esa hora trataban de llevarse un transformador de la bodega. Pero no los encontraron.
Ahí, algunos transeúntes, incluso les dijeron a los policías frases como: “Vieron el daño que han hecho” y “¿Esto es lo que querían?”. Ellos optaron por permanecer callados.
Cuatro cuadras después, en la Q y la 27, dos farmacias de la cadena Sana Sana y Cruz Azul lucían completamente vacías. Solo cartones y fundas se apreciaban en sus pisos. En la segunda de ellas, diagonal a la iglesia Santa Martha, los delincuentes dañaron hasta el techo.
En este sector, Gilberto Parrales, de 35 años, tuvo también que hacer disparos al aire para dispersar a la turba y evitar que ingresen a su casa, ubicada a un lado de la farmacia Cruz Azul. “Venían más de 70 personas corriendo y robando en los otros almacenes. Tenían palos, piedras, fierros y armas y con eso nos querían abrir las puertas. Mis niñas, mi esposa, mi suegra, todos, lloraban y gritaban. Estamos asustados”, recordó Parrales, quien vio hasta niños y embarazadas en el saqueo.
Situación similar se repitió en la vía Perimetral, donde más de seis locales, entre almacenes de electrodomésticos y farmacias, fueron asaltados. Hombres, mujeres, adolescentes y niños estuvieron en los saqueos.
Ante ello, especialistas como la psicóloga clínica Liliam Cubillo, asegura que los brotes de violencia se dan por el deterioro emocional de la gente causado por las frustraciones ante la falta de necesidades básicas y de acciones presidenciales poco conciliadoras, dice.
“Hemos llegado a un nivel de desborde, donde el razonamiento del ser se perdió y pasamos a un actuar fuera de sitio, sin medir consecuencias, lo que está avalado por el sistema que nos rige, donde no se respetan los límites; y los habitantes están reproduciendo ese irrespeto”, indicó Cubillo.
Para el sociólogo Rubén Aroca el proceso –que dice es difícil de calificar como vandalismo– se genera también porque la sociedad está poco integrada y las autoridades no se han preocupado por arraigar en la sociedad el concepto de ciudadanía. “La responsabilidad es de todos. Y el papel del Municipio también es importante, porque se trata de su territorio”, anotó.
Isla Trinitaria
Más de diez locales, entre tiendas de electrodomésticos, víveres y farmacias, fueron saqueados el pasado jueves en este sector del sur de la urbe. En almacenes como La Ganga, Jaher, Artefacta y Tía se llevaron hasta las tazas de los baños, las conexiones eléctricas y los tumbados.
Farmacias no atendieron
Los locales de la cadena Sana Sana tenían ayer cerradas sus puertas en el suburbio.