El Presidente de la Asamblea Nacional, Fernando Cordero, le llamó la atención al jefe de la Escolta Legislativa por cuanto los policías a su mando no contuvieron a la multitud que irrumpió en el plenario.

Hace menos de cuatro años, esos mismos manifestantes, con esas mismas banderas, ofendieron ese mismo lugar, y golpearon e insultaron a los congresistas de entonces. Pudieron hacerlo porque previamente la Revolución Ciudadana le había dado a la Escolta Legislativa la orden de no actuar. Nunca escuchamos al ahora presidente de la Asamblea opinar al respecto.

Las fuerzas del orden son obedientes, no deliberantes. Deben estar sometidas al poder civil. Pero precisamente por eso el poder civil debe cuidar su autoridad y ejercerla solo al servicio de los más altos intereses de la patria. Sobre todo, no debe insultar la inteligencia de los uniformados, como se está haciendo ahora, al exigirles que hoy respeten unos principios cuando ayer se les demandó que defiendan exactamente los opuestos.

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A quien habría que llamarle la atención no es a la Escolta Legislativa sino al Presidente de la Asamblea, empeñado como se ve en arrastrar a su institución a un descrédito cada vez más profundo.